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Una mirada sobre el arte. Estrella de Diego, la pasada semana, en La Magdalena. MARÍA GIL LASTRA
«Me parece fundamental, en este momento, no dejarse llevar por la cultura espectáculo»

«Me parece fundamental, en este momento, no dejarse llevar por la cultura espectáculo»

Estrella de Diego Catedrática, historiadora y crítica de arte, abrió el encuentro 'El museo expandido. Pierre Menard de Borges, otra vez'

Mada Martínez

Santander

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Lunes, 6 de agosto 2018, 08:14

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Para Estrella de Diego las preguntas mueven el mundo. «¿Qué papel ha adquirido el museo en los tiempos de Instagram? ¿Cómo ha cambiado? ¿De qué manera ha afectado a 'los actores de la escena': crítica, artistas, espectadores, coleccionistas...? ¿Son los museos de arte contemporáneo tan diferentes de los que custodian a los maestros clásicos? ¿Se ha convertido el museo en un lugar turístico? ¿Cómo afecta eso a las obras?». De Diego abrió el encuentro 'El museo expandido. Pierre Menard de Borges, otra vez' con todos estos interrogantes, con muchas preguntas y sin ánimo de lograr demasiadas certezas. Porque para Estrella de Diego las preguntas mueven el mundo.

-¿Qué es la vida extendida de las obras de arte? ¿Todas esas vidas extendidas cambian el relato de un museo?

-Las obras no tienen un significado fijo sino que van cambiando a medida que nuestra mirada va cambiando. Incluso las obras que creemos que conocemos mejor, en mi caso 'Las Meninas', cambian. En clase hemos hecho ejercicios para ver a los afrodescendientes que hay en El Prado, que están en los reyes magos, en 'El esclavo', de Velázquez, y poco más. Pero las miradas cambian, cambian las formas de aproximarnos a la vida, y, a la vez, probablemente, el modo en que volvemos a mirar esas imágenes nos cambia nuestra forma de ver las cosas. La presencia africana en España es enorme, por ejemplo, porque Sevilla era el mercado esclavista hacia América. De hecho, la Hermandad de los Negritos nació porque había muchos africanos en la ciudad. Uno, sabiendo eso, se enfrenta al Prado de otra manera.

-Y cuando las historiadoras, las artistas hacen una revisión historiográfica para conocer el papel de la mujer en el arte, para mostrarla más como sujeto activo que sólo como mero objeto, ¿se puede dar ese cambio en la mirada?

-Ya era hora. Me parece muy bien el 'me too', llega tarde, pero bienvenido sea. Cuando uno se pone a ver todo lo que se le ha ocultado en la historia, ya no son sólo las mujeres, sino muchas más cosas. Ha sido una forma de tergiversar la realidad con exclusiones, con ausencias. La presencia femenina, que es obvia, es fundamental. El crédito que no se ha dado a muchas artistas ..., ya era hora de ponerse las pilas.

-A propósito de un artículo que escribió sobre Lygia Clark, señaló lo siguiente: «Quizá sea cierto que hay al menos dos recorridos para cada exposición: el que comienza por el supuesto inicio, el recorrido ideal, y el que uno decide asumir desde la última sala, ese espacio donde debería terminar la muestra».

-Estos días en el curso estamos hablando de Lina Bo Bardi y de cómo ella, arquitecta brasileña y museógrafa, decide no poner las obras en las paredes, sino en una especie de bosque de cristal en el que se vea también la parte de detrás de la obra. Eso ha estado en el MASP, de Sao Paulo y ahora lo han vuelvo a instalar. Cuando estoy de comisaria y en el museo me dicen que el público sólo hace un camino, un recorrido, lo pongo en duda. El público va por donde le da la gana y eso está muy bien. Uno establece un relato y el público puede seguirlo o establecer otro. Esa idea de recorrer las exposiciones de principio a fin y de fin a principio es romper un poco con cierta linealidad que todos, como comisarios, queremos seguir. Y esa inercia de leer de determinada manera, sobre todo porque cuando lees las exposiciones de atrás hacia delante, ves cosas que se te habían pasado. Por eso la idea zigzagueante de Bo Bardi me parece tan interesante. Hacer el recorrido que propone la comisaria o el comisario me parece fundamental, pero luego se puede hacer el recorrido inverso, porque, en ese trabajo como de moviola, van apareciendo cosas que a lo mejor antes no aparecían. Es una manía entre las muchas que tengo [ríe].

«Hay que ser inquisitivo y no quedarse quieto. Eso es algo que yo he aprendido del feminismo»

-El museo como espacio de exhibición y correlación de obras ¿ha caducado?

-El museo no está caduco, los que estamos caducos somos nosotros. El museo nace como nace, se adapta como se adapta, y no hay que cerrarlo. Hay museos con un relato clásico muy necesario. Lo que no me parece bien es que ningún relato se presente como único. El museo tiene la obligación de revisar su relato. La cronología es muy engañosa, y las cosas en la vida no siempre pasan una detrás de la otra, pasan siempre al mismo tiempo. A mí me enseñaron las vanguardias como si detrás de la una viniera la otra. Y no. No tengo nada en contra de los museos, sino que estoy en contra de aquellos que, cualesquiera que sea su relato, aunque sea muy radical, se presente como único. Yo estoy muy en contra de que los museos se crean en posesión del relato. Ni es más radical de los relatos es único, nunca. Y también hay que tener los ojos abiertos a un relato convencional. Y un relato único es problema del director o directora del museo, que es quien hace ese relato.

-Santander asiste a la creación de proyectos e infraestructuras vinculados a la cultura, como el Centro Botín, el Archivo Lafuente-Reina Sofía... La ciudad, sus instituciones quieren promover una especie de economía de la cultura. Además de infraestructuras, ¿qué hace falta para ello?

-Soy muy defensora de la antigua Fundación Botín. Ha hecho durante mucho tiempo unas exposiciones en una sala pequeña, pero fantástica. Me hubiera encantado ver la exposición de Sol LeWitt en Madrid [en referencia a 'Sol LeWitt. 17 Wall Drawings 1970-2015']. Ha habido grandes exposiciones. Y luego un programa de apoyo a comisarios y artistas durante muchos años; y ha conectado a mucha gente durante mucho tiempo. Así que Santander ya apostaba por la cultura, a lo mejor no tanto por una cultura espectáculo, como es el nuevo Centro Botín. Pero la Fundación ha apostado por una cultura muy sólida, con una trayectoria impecable. El Centro Botín tiene que demostrarlo, la Fundación no. Y ha hecho un trabajo sostenido, anual. Siempre me parece bien que una ciudad apueste por la cultura, entendiendo la cultura en un sentido amplio, por ejemplo, la gastronomía. Como decía T. S. Elliot, la cultura no es sólo la catedral gótica, sino el chucrut o la carrera de galgos. El Archivo Lafuente es maravilloso, y creo que esa apuesta cultural me parece bien. Pero que sea cultural, que no sea espectacular. Que no se nos nuble la vista con los proyectos espectaculares porque en Santander los hay con mucha trayectoria, por no hablar de la música. Me parece fundamental, en este momento, no dejarse llevar por lo espectacular. Es importante resituar las cosas en su justa medida y no dejarse llevar por lo que atrae al gran público, porque ese gran público no especializado va donde le llevan o le dicen que hay que ir. Porque al final parece que no ha pasado nada, y ha pasado mucho, y hay que reconocerlas.

«Espero que de esto no haya vuelta atrás, pero la historia, a veces... nos traiciona»

-Este curso está lleno de preguntas sobre el museo, su presente y su futuro. ¿Cuáles son las mas inmediatas?

-No me gustaría jerarquizar las preguntas. Las preguntas, desde muchos puntos de vista, llevan a otras preguntas. Cuando uno tiene una respuesta hay que volver a preguntarse. Lo interesante es hacerse preguntas, porque mientras haya preguntas encontraremos respuestas. Hay que ser inquisitivo y no quedarse quieto. Eso es algo que yo he aprendido del feminismo, hay que ser diana móvil. Cuando te fijas, te paras, ahí está el discurso hegemónico dispuesto a caer sobre ti.

-Hablando de feminismo, ¿cómo asistió a las manifestaciones del pasado 8 de marzo, a la huelga, a las reivindicaciones?

-Lo mismo digo: ya era hora. Y no lo digo como crítica. Para todo llega un momento. Estoy contenta de que más gente haya decidido que ya está bien. Hay un momento para cada cosa, y ha llegado el momento en que se pueden plantear estas cuestiones seriamente y políticamente. Estoy contenta, una siente que es el fruto de tantos años de trabajo, de activismo... Es un reconocimiento a las mujeres. Las que llevamos tantos años pensando en esto es porque necesitábamos hacerlo, hacerlo por nosotras mismas. Nadie lo ha hecho por reconocimiento, pero este trabajo tiene sus frutos. Por muchos que los pasos hayan sido tres hacia delante y dos hacia atrás, los que han sido hacia delante ya se notan. Espero que de esto no haya vuelta atrás, pero la historia, a veces... nos traiciona.

-¿Qué decisiones le gustaría que tomara o planteara el ministro José Guirao?

-Creo que es un hombre muy sensato, inteligente y con una experiencia extraordinaria para estos temas. Sobre todo, creo que es un hombre que sabe bien escuchar a la gente, a las nuevas generaciones. La Casa Encendida que, de toda su gestión, ha sido la perla, su triunfo fue que supo entender bien que, cada una de esas áreas pioneras en sostenibilidad, en reciclaje, eran importantes. Cualquier decisión que tome el ministro Guirao va a ser ponderada y creativa, porque escucha a la gente, por su proyecto de La Casa Encendida. Y es alguien que va a sacar lo mejor de lo que haya. Es alguien a quien no le arredran las dificultades. Y eso es muy bueno.

«Los museos son una excusa para reflexionar sobre la mirada, sobre cómo miramos»

-No es la primera que pide creatividad a la clase política en esta edición de la UIMP...

- En cualquier momento hay que ser creativo. Cuando uno tiene muchos recursos, se puede permitir no serlo, pero cuando se tiene pocos..., y esta época es así, porque la crisis no se ha acabado, sigue aquí.

La gente quiere volver atrás, pero no se va a volver de ninguna de las maneras.

Y esa creatividad hay que exigirla. Como dice Laurie Anderson, cuando no hay justicia, hay amor y cuando no hay amor, ay mamá [de la canción 'O Superman', en el disco 'Big Science', de 1982]. Y eso Guirao lo tiene. Todo el mundo se alegró de que llegara al Ministerio porque es una persona solvente y todoterreno.

-¿Qué respuestas le gustaría que se llevaran sus alumnos a casa, a su memoria?

-Más que respuestas, me gustaría que se llevaran preguntas. Yo no sólo enseño, sino que también aprendo con mis alumnos. Me gustaría que hubiéramos reflexionado no sólo sobre los museos, porque los museos son una excusa para reflexionar sobre la mirada, sobre cómo miramos, sobre cómo hemos mirado, sobre cómo hemos de mirar, sobre lo esencial que es la mirada en esta sociedad. Todo es mirada en este momento. El museo como excusa para esa mirada que nos conforma como sujetos.

-¿Hay suficientes foros o espacios para reflexionar sobre esa mirada a la que usted apunta, una reflexión transgeneracional, abierta?

-De la mirada puede hablar uno en cualquier momento, lo que pasa que hablar de ella exige cierto compromiso. Como dice Rilke, una vez que has abierto un libro te comprometes a leerlos todos. Si te comprometes con ser feminista acabas por permitir menos cosas. Creo que no hace falta que haya tantos foros, con que haya dos es suficiente. Estamos sumergidos en un territorio que nos da y nos quita.

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