Sinfonía crepuscular
Enrique Álvarez retrata los grandes cambios en la España de los años setenta en 'El rostro oculto'
«Materia: Interés local, historia familiar y nostalgia»; en una librería digital catalogan así 'El rostro oculto', la tercera novela de Enrique Álvarez, publicada originalmente ... por Tantín en 1994 de la que este verano la editorial Lobo Sapiens ha lanzado una nueva edición revisada, que además incluye un prólogo de Juan Pedro Aparicio.
Hay que felicitarse por el rescate editorial –qué importante es para un escritor que sus títulos se mantengan vivos–, aunque no tanto por esa discutible catalogación, que se olvida de lo verdaderamente valioso de la novela. Cierto que hay ambientación local –provincial, que no provinciana– y una saga familiar, pues lo que fabula el escritor es el devenir de una familia, los Casas, en el León de los años sesenta y setenta, pero como bien indica su título hay mucho más de lo evidente, esa 'cara oculta' no ya de la pequeña burguesía de la época, sino en la vida de cualquiera; de esa pugna entre la realidad y el deseo –en este caso, la música y el derecho–, lo que pudo ser y no fue y las maneras de estar en el mundo. Sobre todo, en época de cambios profundos.
'El rostro oculto'
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Autor Enrique Álvarez
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Editorial Lobo Sapiens, 2025
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Páginas
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Precio 27 euros
Con un pulso narrativo y un dominio del diálogo asombrosos –que parecen acortar las más de seiscientas páginas del libro, Álvarez traza una sinfonía con movimientos en lugar de capítulos con los que envuelve al lector en esta 'historia del cambio': no solo cambia la sociedad, sobre todo cambian las personas. Especialmente, Adolfo Casas, el gran protagonista, que partiendo del interés por el marxismo virará hacia la trascendencia y redescubrirá el cristianismo.
Lo no que no aparece por ningún lado es la nostalgia. Y es que asomarse hoy día a la posguerra parece no solo un ejercicio de riesgo, sino casi de extrañamiento. Y es que, a poco que el lector se adentre en las páginas de esta novela va a vivir esa extrañeza, incluso aunque haya conocido ese país que retrata Enrique Álvarez en el que huele a «tabaco malo» –Celtas, en concreto–, la gente tiene «mal vino» y los inviernos son «el más frío del siglo». Pero no se trata de una visión en negativo del mundo, sino de la caracterización de una época concreta: justo aquella en la que todo lo que parecía inamovible empieza a tambalearse, y unos se encomiendan al 'sálvese quien pueda' mientras otros empiezan a buscar valores inmutables con los que mantenerse a flote, pero más moral que materialmente.
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