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Los bares y terrazas de la localidad tuvieron un gran ambiente.
En Villaviciosa, por un día, todos fueron del Racing
fútbol | segunda b

En Villaviciosa, por un día, todos fueron del Racing

Más de 3.000 aficionados cántabros inundaron la pequeña localidad asturiana, en la que fueron recibidos con los brazo abiertos

Marcos Menocal

Domingo, 24 de abril 2016, 12:35

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En las ventanas de Villaviciosa no faltaba un teléfono para fotografiar el escenario. Ni la cabalgata de los Reyes Magos genera tanta atención en la localidad como el desembarco de más de 3.000 foráneos deambulando por las calles. Tanto fue lo ocurrido ayer, que en el balcón del Ayuntamiento lució la bandera verdiblanca del Racing todo el día. Privilegios que cambian el protocolo. En el pueblo de la sidra no había más que racinguistas; en el campo desde las 11.00 horas, en los bares, en los parques... En un frontón convertido en una zona para el aficionado se escuchaba el himno del Racing como hilo musical, mientras un autocar seguido de otro aparcaba junto al estadio. Los seguidores, bufanda al cuello y bandera en ristre, se mezclaban con el atrezzo y en cuestión de minutos Villaviciosa se rindió al racinguismo.

Les Caleyes nunca lució tanto. Como si se tratase de una procesión, los racinguistas acudieron a ver en persona el campo de batalla y allí estaba Pedrín, el presidente del Lealtad, en chándal, recibiendo uno a uno a todos al tiempo que se preocupaba de las entradas, del césped, de las gradas y... «Me subo a dar una ducha y bajo, vivo aquí enfrente», le sugería a uno de sus subalternos que con las botas puestas se afanaba en que no faltase ni un detalle. Munitis y Colsa aprovecharon la mañana para comprobar el estado del prao y de paso se fotografiaron con el último alma que pasaba por allí. En Villaviciosa ayer todos eran iguales; presidentes, jugadores, aficionados, vecinos y demás familia.

Pedrín se fue a su casa a darse la ducha orgulloso con un recorte de El Diario Montañés sobre el milagro del Lealtad. «Esto es alucinante para la ciudad», reconocía el polifacético mandatario que al más puro estilo de Mortadelo, bajó con americana y hecho un pincel. El culpable del premio fue Pepe Barros. El socio número 15 de un Racing que ayer dejó su huella en Villaviciosa para siempre.

Ya en el centro de la localidad a los bares se les acaban los calamares y colgaban el cartel de no hay mesa. «No me queda de casi nada.Ayer cerré a las 5.00 horas», confesaba el propietario de la Sidrería El Garitu. En la plaza Eccehomo llegó la explosión. Dos megáfonos a todo meter despertaron a los perezosos a ritmo de montañesucas. Los cántabros hacían lo que podían escanciando la sidra; lo poco que caía en el vaso acababa a buen recaudo. Muy cerca del núcleo de la fiesta compartían mesa y mantel la plantilla del Racing y un grupo de aficionados en el Restaurante El Manquín. Un biombo separaba la concentración de los jugadores y la pasión de los aficionados. Cosas de Segunda B. «Sobrará fabada, ¿no?», preguntaba un seguidor al comprobar que a los protagonistas de esta historia no les tocaba en suerte degustar tal manjar a tres horas de un partido.

Todo el mundo hizo su agosto particular;el vendedor de cupones se marchó a casa a por más material. «Lo he vendido todo», afirmaba orgulloso. Nadie tenía prisa en Villaviciosa. Logroño se quedó pequeño y Burgos enmudeció junto a la Catedral, pero en la costera localidad asturiana no olvidarán nunca en lo que el Racing convirtió su casa. «Esto es una bendición», repetía Gloria Mallo, propietaria de la Parrilla El Charán, a quien se le acabaron las mesas «hace un mes».

Una hora antes de que el partido comenzase, los aledaños del modesto estadio parecían la Avenida del Stadium de Santander o la calle Real Racing Club, como se quiera llamar. Los aficionados salieron de la fan zone para hacer el paseíllo a los suyos. En las ventanas seguían los vecinos inmortalizando la estampa para luego enseñársela a quien se la perdió.

Ya dentro, las gradas supletorias rodeaban el perímetro del césped y con tiempo suficiente los verdiblancos las poblaron. Los acordes de la Fuente de Cacho dejaron ojipláticos a los seguidores del Lealtad, que en clara minoría solo podían rendirse a la evidencia. De pronto. «Bienvenido al Racing, un histórico del fútbol, al que le deseamos que pronto regrese adonde se merece». La voz de un niño que hacía de locutor arrancaba el aplauso generalizado. El trato fue tan dulce, que hubo algún socio asturiano que en el palco de autoridades se puso la bufanda verdiblanca. Luego empezó el partido. Lo que allí ocurrió aunque parezca casi lo de menos también se jugaba un partido se cuenta cuatro paginas antes.

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