El alto riesgo era de infarto
Mucho dispositivo de seguridad, mucho control policial y todo el centro cortado, porque Antiviolencia nos había puesto en la lista negra, y cuando antes de ... empezar el partido José Barba, el locutor del Racing, saludó a los aficionados del Sporting, los quince mil racinguistas les recibieron con una ovación. ¿Dónde estaba el alto riesgo? ¿En los abrazos entre entrenadores? ¿En los bares de Cañadío?
Para hablar de aficiones enfrentadas habría que remontarse muchas temporadas atrás, y hasta borrar algunos capítulos importantes de la historia de ambos clubes. Y es que, más allá de Preciado, ¿quién no tiene algún amigo de Gijón? Y hasta un poco de simpatía por el Sporting. Pero claro, hasta ahí, que una cosa es el hermanamiento de aficiones y otra jugarse los puntos. El riesgo, por tanto, no estaba en las calles, ni en las gradas, donde, por cierto, se armó una pequeña refriega durante el minuto de silencio. Está muy bien recordar a los antiguos jugadores del equipo, pero si cada semana se guarda uno, al final van a perder el sentido: en lugar de ser algo excepcional, se convierten en rutinarios. No, el riesgo estaba sobre el césped. Y no lo digo por Arana, que se tomó demasiado en serio lo de jugar con cabeza, y esperemos que el golpe que se llevó no vaya más allá del susto. Susto mayúsculo; tanto como el de los camilleros, que debían de estar tan impresionados por el golpe que les costó un mundo reaccionar.
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El peligro, decíamos, vestía de rojiblanco y corría por la banda izquierda, la derecha de su ataque. Ya desde los primeros compases se veía un gran desequilibrio de fuerzas en esa banda, en la que Saúl se las veía y se las deseaba para frenar a Haissem Hassan, un correoso extremo que enseguida le tomó la medida a su par. El francés había avisado un par de veces, y en una hasta el virtuoso Vicente acabaría haciéndole una falta aparatosa muy cerca del área. Si esa era la estrategia gijonesa, estaba funcionando a la perfección. Es lo que tiene el fútbol hoy en día: todo se analiza. Sobre todo, tus puntos débiles. ¿Será que el talón de Aquiles del Racing está en esa banda? En el banquillo, el míster visitante sonreía. Por eso, mientras los verdiblancos celebraban el primer gol, el entrenador no se alteró, sino que llamó a capítulo a Haissem, que se acercó al banquillo a por instrucciones. Dos gestos con la mano y tres palabras, y el juego se volcó por su banda. Y tan sobrado estaba, que el empate llegó enseguida, y menos mal que tenía más desborde que puntería, porque a punto estuvo de darnos la puntilla.
Pero claro, este año el Racing es mucho Racing, y volvió a ponerse por delante. Pero cuando pudo noquear al rival no lo hizo, y de nuevo Hassan retrató a banda zurda en el empate, lo que puso intriga al final.
Vamos, que el guion no podía haber sido mejor para un duelo de primera. Un auténtico clásico, con intensidad, con rivalidad y hasta con goles. Pero, eso sí: el alto riesgo fue sólo deportivo. O, si acaso, de infarto, con tanta alternancia en el marcador.
Por cierto, que para los nostálgicos fue muy de agradecer que el Sporting pasara del marketing y vistiera de rojiblanco. Solo les faltó el pantalón azul. ¿No es ya hora de revisar unas normas pensadas para la tele en blanco y negro?
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