El Búfalo, el Mago y la grada
Villalibre e Íñigo Vicente firman el guion perfecto para una afición que disfrutó de 90 minutos de cánticos, goles y sueños de ascenso en el partido entre Racing y Ceuta
¿Recuerdan aquello de «No me llames iluso por tener una ilusión»? La canción de 'La Cabra Mecánica' sirvió de sintonía para un anuncio de ... la ONCE, pero también se podría usar para describir el ánimo de los racinguistas que pululaban por los aledaños de los Campos de Sport en las horas previas a qué arrancase el partido entre Racing y Ceuta. Ilusión por ver al Viejo en el segundo partido en casa, por barruntar los goles de Villalibre, por ver si el nuevo fichaje, Pablo Ramón, saltaba por primera vez al césped de El Sardinero y, sobre todo, por soñar con que el Racing sumase tres puntos más. 9 de 9. Ilusión de fichajes y de ascenso, la que persigue al Racing en esta temporada que aún huele a estreno.
La previa es un mosaico de escenas. Un abuelo le ajusta la bufanda al nieto y le explica que «El Sardinero empuja como ninguno». En la esquina, un grupo de amigos discute si José Alberto acertará con el once, si habrá hueco para Íñigo Vicente por dentro o si Villalibre mantendrá la puntería. «Hoy moja el Búfalo, fijo», sentencia uno mientras apura un botellín de cerveza. Otro replica: «Lo que quiero es ver a Pablo Ramón, que dicen que está fino».
El ambiente es también un ensayo general de lo que sucederá dentro. Se prueban las gargantas, se ajustan las pancartas y se repasan supersticiones. Mientras tanto, los Campos de Sport se imponen como un gigante callado que aguarda el momento. Sus puertas todavía cerradas no impiden que se sienta la vibración que crece fuera. A medida que los tornos se van abriendo, el hormigón gris se tiñe de verde y blanco. Se oyen pasos apresurados y murmullos de reconocimiento entre los vecinos de grada. Los aficionados encuentran su asiento, se saludan con palmadas y el estadio empieza a dejar de ser un gigante silencioso para convertirse en un organismo que late al ritmo de su gente.
De pronto, surge la primera voz, la Fuente de Cacho. El cántico se propaga y las bufandas se levantan al aire, formando una masa verdiblanca que se agita sobre las cabezas. Es el saludo a El Sardinero, la señal de que cada partido tiene su propio ritual. La canción suena como siempre, familiar, incansable, recordando a todos que, antes de que comience el partido, ya hay algo que ha ganado, la afición.
Después de eso, ni un minuto de silencio. «Señores, yo vengo a El Sardinero...», tronó la Gradona en cuanto el balón echó a rodar. Solo siete minutos tuvo que esperar el racinguismo para que sus vaticinios se convirtieran en realidad. Los que tardó Villalibre en abrir la lata para el Racing. La conexión Vicente-Búfalo se puso a funcionar bien pronto y el de Derio asistió al de Guernica para regocijo de los verdiblancos. «Dueños de una pasión, verdiblancos el corazón, una ilusión nos persigue la Primera División», reverberó el estadio.
Y ya estaba Villalibre a punto de sacar la trompeta para celebrar el segundo del Racing, pero el disparo se estrelló contra el poste y arrancó un ¡Uy! que levantó del asiento a más de uno en lo que parecía un gol cantado. El susto llegó con Andrés Martín tendido en el suelo retorciéndose de dolor tras una golpe de José Matos. El '11' tuvo que ser atendido por los servicios médicos del Racing mientras el racinguismo contenía la respiración. El tenso silencio terminó en un aplauso cuando el extremo se puso por fin en pie.
El tanto de Vicente desterró totalmente cualquier ápice de miedo que quedase del susto anterior. «Íñigo Vicente», cantaba la Gradona mientras el Mago de Derio festejaba su primer gol de la temporada. El '10' también fue protagonista en la siguiente jugada. Penalti a favor del Ceuta. Los silbidos y pitidos se clavaban en los tímpanos como cuchillos mientras Rubén Díez se preparaba para lanzarlo frente a Ezkieta. El caballa no falló, la Gradona tampoco. «Vamos dale Racing, vamos campeón», animaban sin descanso.
Y llegó Jeremy
Y llegó Jeremy
La segunda cazada a Andrés Martín desató la ira de El Sardinero y un aluvión de protestas hicieron recapacitar al colegiado Luis Bestard. VAR. Amarilla no, roja. El Ceuta con uno menos. El tercero del Racing no tardó mucho en llegar. Otra vez Vicente, pero esta vez se invirtieron las tornas y fue Villalibre quien lo asistió a él. El racinguismo se relamía de contento. Ya notaba el sabor del triunfo en la boca cuando Jeremy hizo el cuarto y las bufandas ondearon en un estallido. El primero para el chaval bien merecía una celebración especial. Cuando acabó el partido los jugadores cumplieron con el ritual y saludaron como siempre a la Gradona. Nueve de nueve. Y a seguir.
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