Son los auténticos seguidores. Porque seguir, es ante todo viajar tras la estela del equipo, desplazarse los mismos kilómetros y vivir con los jugadores las ... alegrías y los sinsabores de los resultados en carne viva. Sin contar la particular devoción de Pepe Barros y quienes como él son viajeros incansables a los destinos donde juega el Racing, son las peñas las que tradicionalmente han organizado los viajes para animar al equipo. Y siguen en ello, más que nunca.
Los primeros desplazamientos de cierta envergadura se hicieron en tren. Los autos y los autobuses todavía no eran habituales en la primera década del siglo XX. La primera ocasión en la que se brindó la oportunidad de seguir al equipo de forma más o menos masiva fue durante los partidos del campeonato de la Federación Regional Norte con la contratación de trenes especiales, aunque en ocasiones, como ocurrió en 1916 con la semifinal de la Serie B contra el Deusto, se tuvo que suspender el tren que se había reservado al precio de 7,35 pesetas ida y vuelta debido a que no se apuntaron suficientes viajeros, ya que el Racing había perdido en el primer partido de Santander (1-2), y los ánimos se desinflaron.
En diciembre de 1920 el desplazamiento de los racinguistas para enfrentarse al Arenas resultó una tortura. En ese caso no afectó a los aficionados, sino al propio equipo que viajó en un ómnibus manejado por el propio presidente, Juan Pombo, que además de célebre piloto de aviones era un experto conductor. Al regresar a la altura de Castro se rompió la biela y tanto los jugadores como los periodistas que acompañaban al equipo tuvieron que continuar a pie hasta Laredo, donde fueron rescatados por varios automóviles de Santander.
Con la tímida mejora de las carreteras y de los vehículos, el recurso de los autobuses fue aumentando. Lo mismo estaba ocurriendo con el interés del fútbol y del Racing. El conjunto cántabro acababa de integrarse como fundador de la Primera División y se iba a enfrentar al Real Madrid el 5 de enero de 1930. La célebre peña de El Tirabeque organizó un viaje a Madrid en la vieja camioneta que habitualmente hacía el recorrido desde Numancia hasta los Campos de Sport. La camioneta no pudo aguantar tantos kilómetros, y tras unas reparaciones en Burgos que retrasó el viaje, las prisas provocaron un accidente con caída desde un puente a la altura de Lerma. Perdieron la vida los peñistas Julio Ovejero, Jesús García, Francisco Mercedes y Anastasio Solana. Fue el primer accidente mortal de aficionados racinguistas en las carreteras para seguir a su equipo. Desgraciadamente no fue el único.
Las comodidades de los vehículos y las notables mejoras en las carreteras se fueron adueñando de los desplazamientos de los aficionados. Las maravillas del equipo de 1949-50 multiplicarían los viajes de los montañeses para ver las maravillas de aquella delantera formada por Nemes, Joseíto, Mariano, Alsúa y Echeveste. Con motivo del partido de Copa contra el Plus Ultra (filial madridista) del 19 de marzo de 1950, los ocupantes santanderinos de un automóvil continuaron su viaje a Madrid a pesar de que volcó al tomar una curva en la carretera de Burgos. Ni cortos ni perezosos, aunque con diversas magulladuras y heridas leves, se presentaron en Chamartín para ver ganar a su equipo (1-2).
El avión fue un recurso que entre los racinguistas comenzó a utilizarse en 1946. Primero lo utilizaron los jugadores, con motivo del partido contra el Mallorca en Baleares el 10 de febrero de 1946, y cuatro años después, fueron los seguidores racinguistas quienes tuvieron ocasión de hacerlo para asistir al partido del Racing contra el Zaragoza en el campo de El Torrero. Fue Viajes Yllera quien organizó la expedición que partió del aeropuerto de Bilbao con treinta y dos pasajeros a bordo. El vuelo fue muy celebrado porque el 'dream team' de la temporada 49-50 ganó a los aragoneses (1-2), con dos goles de Mariano. Viajes Yllera también organizaría otro viaje aéreo racinguista con motivo del partido de Copa contra el Mallorca disputado el 27 de octubre de 1963. La agencia de viajes, por iniciativa de la directiva del club, contrató un Douglas Cuatrimotor DCH con 70 plazas, ofertando el resto de las cubiertas por el equipo a los seguidores racinguistas al precio de 3.000 pesetas ida y vuelta, más dos noches de estancia en un hotel al precio de 450 pesetas por persona.
Otro singular viaje fue el que la plantilla racinguista realizó a Ferrol en febrero de 1956 para enfrentarse al equipo local. El viaje se hizo en barco, haciendo escala en Gijón, y fue una pesadilla para los futbolistas. Prácticamente todos se marearon debido a la marejada del Cantábrico. Al final tuvieron que improvisar el alquiler de un autobús en Gijón. Por carretera, en barco o en avión, al final lo importante es volver, y si es posible con sonrisas y cánticos. Feliz viaje a todos los racinguistas.
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