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Santi Vivanco, Eulogio Sánchez, José María Lafuente y Pilar González DM
ACEFAM celebra su XX aniversario abordando la dualidad entre empresa y arte

ACEFAM celebra su XX aniversario abordando la dualidad entre empresa y arte

José María Lafuente, Eulogio Sánchez y Santi Vivanco exponen su experiencia como empresarios y coleccionistas

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Santander

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Lunes, 23 de septiembre 2019, 09:42

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Las familias empresarias de la región han celebrado el vigésimo aniversario de la asociación cántabra de Empresa Familiar (ACEFAM) con un acto en el Centro Botín. El tema escogido para esta efeméride ha sido «Arte y Empresa. Vivir la inquietud».

Ante un nutrido grupo de miembros de ACEFAM, tres empresarios de reconocido prestigio al frente de sus negocios, como José María Lafuente, Eulogio Sánchez y Santiago Vivanco han personificado el ejemplo de dedicar buena parte de su vida y de sus ahorros a adentrarse en esa «realidad paralela» que representa el coleccionismo y mirar al otro lado del espejo, como Alicia en el País de las Maravillas. La imaginación es muy buena para vivir en el mundo real afirmaron estos hombres de empresa, acostumbrados a meditar y analizar constantemente los riesgos y las cifras de sus inversiones.

El arte les ha proporcionado una «experiencia de vida». Vivir esta «bipolaridad» es una suerte y una liberación, exponían en un relato cercano moderado por la periodista de El Diario Montañés, Pilar González. El trato con los artistas, la contextualización de las piezas o la lectura y la visita a los museos son elementos de una pasión que «va más allá del mero afán por coleccionar». Dice Eulogio Sánchez que el arte contemporáneo ha influido en su vida porque le ha ayudado «a no despreciar lo desconocido, a abrir la cabeza y no tener miedo de los que nos resulta oscuro». «Se trata -añadió- de no conformarse con lo obvio». Por eso le ha servido en su vida profesional para ver las cosas de otra manera y emprender caminos distintos a los de los demás.

Afirma Santiago Vivanco, responsable de las bodegas que llevan el nombre de su familia, que en su caso el arte le hace «ser más humilde y más grande a la vez». Gracias al arte sigue creyendo en la belleza y el amor «dentro de un mundo tan imperfecto».

La aproximación al arte no es una inversión, insisteron los tres ponentes. Por más que las subastas marquen hitos multimillonarios, los coleccionistas saben que esa no es la realidad de los apasionados por la materia. De hecho, en ocasiones lo mejor es saber decir que no a una adquisición o alegrarse de no haber sido la última puja, por más que fuera la foto original del miliciano que cae abatido en la Guerra Civil realizada por Robert Capa en 1936, expuso como ejemplo José María Lafuente. «No es aconsejable entrar en el coleccionismo con el mero deseo de invertir o hacer patrimonio», matizó.

Sólo a veces el arte se convierte en algo profesional para los mecenas. Por ejemplo el Archivo Lafuente, que se constituye como una empresa con su presupuesto y su plan de inversiones, aunque no sea un generador de ingresos, detalló el empresario. «Es algo muy distinto de la pulsión personal del coleccionista que se deja llevar por su intuición y su deseo». El archivo Lafuente tiene un método; se mueve con el criterio de una decena de profesionales que buscan dar sentido a una colección y hacerla crecer dentro de un contexto y en una línea artística muy definida y muy reflexionada, expuso, comparando la forma de trabajar con la de una empresa en pleno funcionamiento.

La otra experiencia puede ser el Museo de la Cultura del Vino de la familia Vivanco, un templo «no apto para cualquier tipo de público precisamente porque no es una cava de degustaciones, sino un lugar de arte y cultura». El museo Vivanco también es una empresa que cuadra sus presupuestos después de muchos años de continua apuesta. Hoy es la marca distintiva de la bodega, es su seña diferenciadora, «una rareza exquisita que da sentido a un proyecto de familia y empresa», explicó su propietario.

Los empresarios no evitaron hablar de los apoyos institucionales al arte. Sin embargo, indican que Santander reluce como «rara avis», en parte por un importantísimo sustrato cultural que arrancaba hace cien años en la ciudad y que dio lugar a buques insignia como la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la Escuela de Altamira, la Galería Sur o el propio Ateneo. Santander aguanta, a su juicio, como ciudad cultural y los mecenas celebran no sólo el convencimiento de sus regidores «que han apostado por la cultura como eje de desarrollo internacional», sino también la audacia privada de familias como los Botín que han legado a Santander proyectos tan transformadores como el Centro Botín o el proyecto Pereda, «un regalo de los dioses» en palabras de Eulogio Sánchez.

Estos son dos de los ejes de una nueva urbe de la Cultura a la que se sumarán otros atractivos como el propio Archivo Lafuente, que será un centro asociado del Museo Reina Sofía, el renovado Museo de Arte de Santander y también la colección Enaire en Gamazo. «Algo impensable en una ciudad de 170.000 habitantes», destacó José María Lafuente.

Sueñan estos empresarios con una juventud santanderina que se eduque y se desarrolle imbuyéndose de todo este arte, abriendo su imaginación, alzando la mirada y «sintiéndose como en casa» cada vez que viaje por las grandes ciudades del mundo. «El arte puede propiciar aquí una nueva ciudadanía. Será una cuestión de educación sin prejuicios y lluvia fina», según José María Lafuente.

Santiago Vivanco recordaba que el arte requiere tiempo y paciencia porque tiene su propio lenguaje con el cual hay que familiarizarse. «Lo que entra fácil sale fácil» abundó Sánchez, quien insisteió en el placer de desentrañar el arte y la potencia transformadora que tiene esa manera de disfrutar en el individuo. «Lo malo es entender las cosas a la primera».

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