Prohíben a los gazatíes bañarse en el mar bajo amenaza de disparo

La madrugada de este sábado volvió a ser propiedad de la aviación hebrea, que bombardeó 250 «objetivos». El alto mando dijo haber destruido bases «terroristas» operativas, arsenales, plataformas de lanzamiento de cohetes y edificios-trampa cebados con explosivos. Las bombas cayeron en Khan Jounis y en Beit Hanún como un especial castigo: un vídeo grabado con un dron mostraba este sábado en las redes militares cómo este último lugar quedó prácticamente arrasado y envuelto en una inmensa nube negra por las explosiones.

La 98º División entró también con blindados y ametralladoras pesadas en dos barrios de Gaza City, Shejaiya y Zeitoun, donde aseguró que había localizado puestos de observación de Hamás y la Yihad Islámica Palestina. Además, informó de que había desmantelado arsenales llenos de artefactos explosivos como el que hace unos días mató a cinco soldados e hirió a catorce, escondido en la cuneta de una carretera.

Las Fuerzas de Defensa no parecen proclives a aflojar la presión ni siquiera ante las negociaciones del alto el fuego. Mandos militares advirtieron este sábado a los gazatíes que tienen prohibido bañarse en las playas, según una orden vigente desde octubre de 2023, cuando comenzó la guerra, pero que han vuelto a recordar debido al hacinamiento -forzoso- de cientos de miles de civiles en la costa y las altas temperaturas del verano.

«Instamos a pescadores, bañistas y buceadores a abstenerse de entrar al mar a lo largo de la Franja. Los expone a peligros», avisó el portavoz en árabe del ejército, el coronel Avichay Adraee, quien añadió que los soldados «responderán a cualquier violación de estas restricciones». En la práctica, las fuerzas armadas han dejado a los refugiados meterse en el agua, pero solo en la orilla, y nadie parece dispuesto a poner a prueba la solidez de la amenaza nadando más lejos, sobre todo a la vista de cómo los soldados tirotean a los palestinos que se salen de las rutas predeterminadas cuando acuden a los almacenes de comida.

Las restricciones suponen un calvario para la población, que ha sido obligada a trasladarse en estos últimos dos meses a los campamentos de «seguridad» del sur, como el de Al-Malwasi. Son miles de tiendas de campaña pegadas unas a otras a solo unas decenas de metros del mar.

Las condiciones de habitabilidad son extremadamente negativas, según denuncian las organizaciones humanitarias. Con una temperatura de 28 a 30 grados centígrados y una humedad del 90% en Rafah, los palestinos afirman que es imposible pasar mucho tiempo durante el día bajo los toldos. El aire es sofocante y el viento no circula entre las apretadas tiendas. Su única fuente de alivio es la playa. Las familias, además, se han habituado a bañar a sus hijos en el mar ante las grandes dificultades para recibir agua de manera habitual.

Fuentes palestinas sostienen que los civiles son cautos y evitan avanzar hacia zonas profundas. Creen que los soldados actúan también con flexibilidad, conscientes de que prohibir completamente el baño en verano y con los campamentos casi en plena orilla podría provocar graves disturbios.