Adiós repentino a un santoñés que defendió la vida fiel a su esencia
Probablemente, si todos os detuvieseis a pensar cómo era Pedro Bada Fresnedo, lo primero que os vendría a la mente es «lo empático, tenaz y ... gracioso» que era. Esas son las primeras palabras que salen de la boca de sus seres queridos cuando le recuerdan. Natural de Santoña, villa marinera que le vio nacer y crecer, era una «muy buena persona», conclusión a la que se llega al escuchar los testimonios de todo aquel que le trató de cerca. La muerte le ha sobrevenido repentinamente, de manera inesperada en una feliz etapa de su vida, llegando a los 50 años.
Pedro ha sido un hijo, un padre y un marido excepcional. Durante los últimos 30 años ha compartido su vida con su mujer, Patricia, y fruto del amor que se profesaban nacieron sus dos hijos, Omayra y Noah.
Pedro tenía un carácter muy empático que hacía que tuviera muy buenos amigos, a los que cuidaba como si de familia se tratara. No debemos olvidar lo «cabezota y testarudo» que era, que junto con «su perfeccionismo», hacía de él «un gran trabajador», entre otras muchas cosas.
Hablar de Pedro es hablar de fotografía, que era su gran pasión. Era un 'loco' de la cámara, con la que se convirtió en un genio inmortalizando momentos irrepetibles. Su género preferido eran los retratos, sin dejar de lado la fotografía de calle y la de moda.
Este santoñés ha sido un hombre muy especial y así le queremos recordar, feliz, disfrutando rodeado de su familia y como lo que, en definitiva, era: «Una buena persona» que defendió su vida fiel a su esencia.
Este obituario ha sido realizado en colaboración con su familia y la funeraria La Montañesa.
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