Crónicas de un pueblo
Todos los pueblos tienen sus personajes. Con cierto humor, les hablaré del mío. Tengo un vecino al que llaman Netflix por las películas y mentiras ... que cuenta. No se puede ver con otro al que denominamos el Papa porque lo sabe todo, pontifica sobre todo, y parece hablar 'ex cathedra'; no les digo más que se pasea en motocicleta de color blanco por el pueblo saludando con la mano. El cura del pueblo, al acabar la misa, nos dice: «Podéis ir al bar». Un sabio, porque más que la paz, es allí donde queremos ir. Una médico que viene de vacaciones, lleva un pin de un tricornio sobre el bolsillo, porque dice que siempre está de guardia.
A Tomás el mal huele, no le encontramos novia ni queriendo... esto empieza a oler mal. Sito el malo se dedica ahora a arreglar tejados, con malicia pensamos que es para estar más cerca del cielo. Alvino y Gavino montaron un bar, y lo tuvieron que cerrar porque eran sus mejores clientes. A Segunda, la monja, nunca la hicieron priora (primera), porque se llamaba Segunda. Augusto El Portugués, quiso acabar con el zorro que le mataba las gallinas. Para ello se apostó con una escopeta detrás de unas escobas, poniendo a tiro un gallo de cebo. Cuando llegó la hora de comer, como tuvo hambre, bajó a casa. Al volver, el que había comido era el zorro, los amigos le llaman desde entonces, Augusto, el estratega.
Vicentón, Castañón, Albinón, Constantón y Segundón, aunque eran quintos, no hicieron la mili, no porque no dieran la talla, sino porque no había metro para medirlos. Suscribe el biznieto de María la tremenda.
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