El discurso de Han en Asturias
El arte que se contempla eleva el espíritu. El arte que se consume solo entretiene. Y lo que solo entretiene logra que no nos aburramos, ... pero nos 'aburra'. Nos vuelve dóciles, cuando el arte real o la sincera búsqueda de la Belleza deberían abrir una grieta en lo cotidiano para hacernos parar y reflexionar sobre qué somos y qué querríamos ser.
Byung-Chul Han, en su precioso discurso en los Princesa de Asturias, dijo que a veces el ser humano acaba convertido en esclavo de su propia creación. En este caso, siendo el arte un instrumento creado para elevarnos, para sentir… puede acabar siendo esclavizador si buscamos con adicción más y más entretenimiento. Y lograría hacernos insensibles.
Decía Han que creemos que somos más libres que nunca por tener opciones infinitas. Incluso creemos que el amor se ha convertido en algo disponible al instante: «Sin embargo, no somos libres sino que, más bien, nos arrastramos de una adicción a otra. Nos invade una sensación de vacío. Ya no tenemos valores ni ideales con que llenarlo». Al no dejarnos compelir y transformar por cosas que nos impacten, y buscar que solo nos gusten o distraigan, hemos perdido la empatía y atención al otro. Tenemos que volver a levantar la mirada. A contemplar, escuchar y comprender. Solo así podremos ir ganando terreno en los 'moeurs' (valores y moral) que citó Tocqueville y vencer la pérdida de respeto y el odio que denunció el filósofo premiado en Oviedo. En suma, la búsqueda de lo bello (el arte, los paisajes, la sonrisa…) nos hace trascender hacia lo que unos llaman dios y otros, humanidad, eso da igual. De hecho, fue otro premiado en 1987, Chillida, quien dijo «cómo sin dios, el amor, el mar y la tormenta».
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