'Grand tour', turismo y calidad de vida urbana
Ante la oportunidad solo caben la planificación y el orden
Petrarca es considerado el precursor del ascenso a una montaña para (más allá del cansancio y de cierto arrepentimiento), simplemente, observar lo que se divisa ... desde su cumbre. Fue al Mont Ventoux, en la Provenza francesa, el 26 de abril de 1336. Se dice que surge con él la propia idea de paisaje como concepto, pues por primera vez se experimenta un deleite estético con la mera contemplación del derredor, no viéndolo solo como soporte de Naturaleza y plantaciones, sino como objeto placentero. Años después, en 1463, el Papa Pío II haría de esa atracción estética uno de los criterios para la orientación y diseño de su 'palazzo' Piccolomini en el conjunto urbano renacentista de Pienza, su pueblo natal.
Paisaje y arquitectura fueron dos de los atractivos del sur de Europa que atrajeron a los 'dilettanti' del norte (británicos y alemanes, sobre todo) que incluyeron en su formación vital el 'Grand Tour', un viaje iniciático a los países mediterráneos (acaso los primeros 'Erasmus') para conocer la antigüedad grecolatina a través de sus ruinas. Supieron del mundo antiguo y de la luz del Mediterráneo y volvieron a sus países con los cuadros de paisajes obra de Claudio de Lorena, Canaletto o Rosa (como fotografías del momento). El desarrollo del «Grand Tour» triunfó en pleno período romántico con grandes viajeros (lord Byron, Goethe, Winckelmann, lord Walpole…) y los más aventajados de la nobleza británica trasladaron a su paisaje las imágenes que traían en sus retinas, dando paso al jardín pintoresco en su máxima expresión y calidad con Stourhead, Hagley y Rousham como ejemplos magníficos.
Esos jardines fueron visitados en 1786 por quienes luego serían segundo y tercer presidente de EEUU (Adams y Jefferson –él mismo arquitecto–), dando idea de cuán singular y apreciado era ya el acto de la visita y de la contemplación tanto de paisajes y jardines como de las arquitecturas creadas dentro de ellos.
La aparición del ferrocarril (a partir de 1829) llevaría a la democratización del viaje, aunque seguiría siendo difícil y caro. Empezaron los cruceros (magnífica la descripción de Mark Twain en 'Viajeros inocentes' de uno en 1867 desde Nueva York a Tierra Santa), los hoteles de costa abrieron un filón por explorar y acabó llegando el coche para «ir de vacaciones».
Tras ello y los grandes parques de atracciones, el turismo actual ha indagado nuevas vías que han permitido la masiva ocupación de vuelos baratos y de programas de visita a destinos turísticos, no ya bajo el concepto vacacional primero sino como simple ocio de muy corta duración.
Todas las ciudades, cada una dentro de sus atractivos para visitantes foráneos, se están viendo afectadas por ese intenso proceso de llegada de viajeros que ocupan el espacio público pero que, también, han abandonado el hotel como referente del alojamiento durante el viaje y lo están sustituyendo por la vivienda de uso turístico.
Ciudades como París, Barcelona, Palma o Málaga ya han detectado un grave problema en ese desplazamiento del uso de vivienda permanente por un uso de vivienda hotelera. O sea, en la concepción de la vivienda como mero producto de intercambio económico más allá de su carácter de derecho y bien necesario para el alojamiento digno y adecuado de las personas. Y se manifiestan contra él.
Santander está afianzando su empuje como ciudad de congresos, cultural y turística a través de acciones claras y destacadas como sus diferentes museos, existentes y futuros, a saber, el Museo de Arte de Santander (MAS), el Centro Botín (CB), el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac), el Archivo Lafuente como Centro Asociado al Museo Reina Sofía o el proyecto Faro Santander en el Espacio Pereda.
La calidad de vida de la ciudad, el atractivo de sus playas y de su bahía (como gran ágora pública orientada al sur) y la comodidad para desplazarse en un centro amigable y cercano donde el puerto aproxima viajeros también por vía marítima, aportarán el resto para que Santander se vea sometida a un más que probable estrés residencial por una oferta creciente de vivienda de uso turístico que podría perturbar notablemente las condiciones de vida en su casco urbano tradicional.
Saber hacer de la gran oportunidad que el turismo siempre ha representado para las ciudades una ventaja y una bondad no solo para la economía local sino también para la propia población santanderina implicará no caer en los «eufóricos errores» que esas ciudades citadas ya han adelantado y que muestran cómo no se trata tan solo de que «vengan turistas» sino de saber canalizar su presencia, su estancia y su mejor uso de la ciudad. El urbanismo, con planificación y orden, habrá de aplicarse a su objeto principal: mejorar la calidad de vida de la ciudad y de sus habitantes, sin que la fuerza del turismo la perturbe.
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