Hasta la cocina

En otras patrias, cuando el visitante pide permiso para entrar en la estancia ajena, titubeando «¿Se puede?», la cívica respuesta que obtiene es «¡Adelante!» En Santander, no. Aquí, cuando el de fuera pregunta al de dentro «¿Se puede?», la enfática expresión que recibe de vuelta suele ser: «¡Hasta la cocina!»,

Equilicuá. Titular de infarto: 'La UCO entra en Ferraz, ADIF y el Ministerio de los trenes que no caben por los túneles en busca de pruebas de la trama del PSOE'. Por mandato de un juez que no comulga con ruedas de molino, emite los requerimientos judiciales con membrete del Tribunal Supremo, sala Segunda, la letrada de la Administración de Justicia. Quien, en sumariales líneas, requiere al ministro Puente que facilite a la UCO el acceso y grabado (clonado) de los contenidos que pudieran hallarse en la cuenta de correo electrónico corporativa de uso personal exclusivo de su antecesor, José Luis Ábalos Meco, alias 'Ministro Berbenas, coleccionista de nenas'.

En clave local, efectivos de la policía judicial se personaron en Escalantes, 7, sede santanderina de Vox para registrar los ovarios de un ordenador. O varios. A la pregunta ritual «¿Se puede?», vista la exhibida papela judicial, se impuso la respuesta pejina: «¡Hasta la cocina!».

Hablando con propiedad, el fin perseguido por la autoridad judicial es descubrir qué se cuece en los fogones de las sedes políticas: si calamar de peludín o jibión de potera en su tinta.

Las desgracias nunca vienen solas. Trump –cabeza de remolacha– poniendo morritos se ha metido este finde hasta la cocina en Irán. ¡Ojalá no prendan los ingenios atómicos ocultos y se nos pegue a todos el arroz!