Allí están bien
Cuando se habla del paso de los años es que la vejez no se ve tan lejos
A lo largo de nuestra vida perseguimos la esencia, pero se encuentra o no. Para los que no, en el camino se va fabricando hielo ... según transcurren los años. Pasan estos y la vida se les va en el alambique, frío y retorcido. Otros, los que sí, recorren el mismo trayecto con el calorcito necesario. Pero ambos llegan al mismo punto donde irremediablemente surge el deterioro que se estima siempre definitivo, pero que no lo es para los creyentes, tampoco para los no creyentes, ambos albergan un gran interés por el más adelante. Digamos que no 'tiran la cuchara' como mucha gente puede pensar, aunque no puedan hacer proyectos a largo plazo, pero los hacen, afortunadamente. En caso contrario, mueren.
Por supuesto, el creyente con sus dudas -qué creyente aún en su privilegio no las tiene- y el no creyente también con las suyas. A ambos, la fórmula les permite ir tirando mientras recorren su último tramo, el de la 'vejera' como se dice a veces coloquialmente, ese estado en el que siempre dan ganas de emborracharse de lo que sea para no saberlo o de dormir para no estar.
En palabras de Goya, ante su propia decrepitud física por el paso del tiempo, se encuentra en mi opinión una de las mejores descripciones del deterioro por la edad en la Literatura. Si un genio se explica siendo pintor es también capaz de maravillar con lo que dice. Es pura pintura de la realidad con la palabra «agradézcame usted mucho estas malas letras», decía Goya respondiendo a Joaquín Ferrer, un galerista interesado en sus dibujos cuando transcurrían sus últimos años.
El genio, por presuntuoso que sea -que a veces lo es al verse diferente- tiene siempre al final un toque humilde, o pasota, o descendente, como queramos llamarlo. Tantos ejemplos tenemos a lo largo de la historia que no hace falta repetir, sólo admirar: «porque ni vista, ni pulso, ni pluma, ni tintero, todo me falta», añadía, para concluir con brillo y en precario: «sólo la voluntad me sobra». Era 1825 y murió poco después.
Cuando se habla del paso de los años es que la vejez no se ve tan lejos. Es muy fácil confesarla porque siempre llega y, por lo tanto, cuando aún no se padece (la vejez siempre se padece) se puede hablar de ella. Será por eso que esa actitud valiente y esforzada la vemos con admiración.
Como médico, me gustaría ahora ser capaz de explicar bien el comportamiento habitual del anciano impedido que se está cayendo y no permite ayuda o que pasea tropezando y prefiere el bastón o el empujón silencioso de un terrible carrito mal llamado andador, ¿no habrá manera de buscarle otro nombre? Se comete a veces el error de pensar que el portador de uno de ellos se encuentra sólo y no siempre es así, diría que casi nunca, suele haber siempre un familiar pendiente en la distancia en nuestro país, porque por ahí fuera solo se usan las residencias. El anciano allí está siempre o casi siempre solo. Aquí es excepción y no presumimos de ello. Deberíamos de hacerlo, porque mientras sus facultades mentales estén medio que tal, prefieren manejarse por sí mismos con orgullo, y cuando se sucumbe ante el brazo del cuidador es porque resulta irremediable.
Es que somos diferentes y no sé por qué no lo decimos más o no nos sentimos orgullosos de lo que somos, diferentes hasta en eso, en no reconocerlo. Un ejemplo: ¿saben ustedes cuál es un importante problema muchas veces de un jefe de servicio hospitalario en Cantabria organizando sus consultas? Que nunca un anciano en nuestra tierra va solo al médico y hay que adecuar las consultas en el doble de espacio para los pacientes citados. Bendito problema que desde luego es para estar con pecho hinchado.
Esa actitud valiente y esforzada y la fuerza que concede hace grande a las personas mayores, pero no olvidemos que también es aplicable a los países, a las naciones, sobre todo a las viejas naciones como la nuestra. Existe la merma pero se conserva el camino por muchos impedimentos que acontezcan y, gobierne quien gobierne, «la fuerza de la voluntad» que confesaba Goya y era un mero fotógrafo de aquella realidad, no un héroe del 2 de mayo.
Ese espíritu es muy especial y, sin dudarlo, es uno de los secretos por los cuales hemos perdurado como nación que se fue construyendo fuerte, desde luego mucho más fuerte de lo que a veces ni nosotros mismos a lo largo de la historia podríamos creer. Y, por supuesto, mucho más fuertes de lo que puedan creer un grupo de catalanes enloquecidos e insultones. Pues que no se equivoquen algunos enviando una invasión de niños, que obviamente habrá que acoger y cerrar fronteras, y otros una invasión de afrentas a los que habrá que coger y encerrar, es decir, ponerles en su sitio, en el que algunos ya están y no habría que moverlos. Allí están bien.
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