Brecha
¿Cómo pueden atacarse las instituciones o a nuestro Rey en medio de una pandemia de impredecibles consecuencias?
Cuando quiero expresar algo y tengo dificultades para encontrar la palabra adecuada, si es una intervención 'de compromiso' y quiero una respuesta ágil, siempre ... viene a mi memoria una situación apurada que tuve que enfrentar hace años y de la que salí con la contundencia necesaria que no voy a explicarles. Fue de esos momentos en los que uno no sabe si reír o llorar. Me digo siempre a mi mismo «resuélvelo como con el álbum-cuento 'Pipí en la hierba'», cuando como digo fui partícipe de una situación inexplicable. Y no piensen mal, yo no tuve que comportar nada inconfesable... Porque, así era el título de una publicación infantil de hace años en la que su autor era de los que supongo creía ingenuamente que solo con tratar un 'temita' vulgar modernizaba la literatura creada para niños. Y asimismo fomentaba su deseable contacto con la naturaleza e incluso aportaría ideas que «impidieran los comportamientos machistas y sexistas» de los cuentos infantiles, llamados clásicos, empeño del feminismo. Barrunto que además creyó que con algo así de zafio en esos tiempos alcanzaría el cenit editorial que obviamente nunca llegó.
Porque explíquele «eso» como yo tuve que hacer a una niña de siete años, cursilita, de ciudad, que le pide a uno que se lo lea delante de sus papás (no menos cursilitos como es lógico) después de regalárselo y mostrándole el álbum-cuento encargado por teléfono al librero y pleno de imágenes después de abierto el envoltorio. Ande, explíquele y luego hablamos... ¿Y si digo que el título del primer capítulo era 'Salpicando los zapatos'? ¿Les ayuda?
Pues más o menos como aquel día, buscando palabras y salidas, me encuentro enfrentándome una situación súbita, confusa y desconcertante y así también se encuentra la ciudadanía: sin saber si reír o llorar y generalmente optando por lo segundo y aturdidos. Aunque como ven yo estoy optando por lo primero porque sino... ¡Ah! Y la palabra es 'Grieta'.
Me había obligado a no tocar temas protesta en una temporada, pero están 'fluyendo' de nuevo, impidiéndome buscar otros de interés más lisonjeros. Al mismo tiempo, no quiero que se me interprete influido por la 'Generación del 98' (Pío Baroja, Maeztu, Azorín...), que no son un gran referente para mí, pero sí estuvieron en su momento martilleando en lenguaje sencillo capaz de llegar a la gente, denunciando una gran crisis existencial y social. No fueron barrocos ni estilistas pero, sí premonitorios en otra época nefasta.
Es que no se puede evitar hacerlo ante la provocación: ¿Cómo pueden atacarse las instituciones o a nuestro Rey en medio de una pandemia de impredecibles consecuencias? ¿Cómo se distrae la política en esos asuntos estando ante el mayor reto sanitario y social de nuestra historia reciente mientras los ciudadanos pasan dificultades y se avecina un cataclismo económico?
Tiene que formar parte de una estrategia que comience con una gran 'Grieta' social, tal pintura representativa de nuestro artista Pejac en las paredes de Valdecilla, plenas de belleza que titulándola asimismo 'Distancia social' quiso darle un significado más generoso al referirse a los sanitarios.
Nunca hubo mayor confusión y miedo desde los tiempos oprobiosos de principios de los años 30 del siglo pasado, nunca hubo tanta 'Brecha' ni tanta distancia social con los políticos, ni tanta tristeza, ni tanta preocupación.
La misma distancia que hoy se exige para la lucha contra el covid-19 pero multiplicada, nos la exigimos los españoles con los que nos gobiernan.
No se trata, entonces, solo de buscar una palabra rápida que defina la situación de nuestras instituciones o de nuestro parlamento. Se trata de buscar una fórmula que impida que mensajes comunistas inunden nuestra vida y se pueda todavía revertir con andamiajes y apuntalados maderos de resignación y paciencia, el daño tremendo que se hace a las instituciones para que éste no sea irreparable. Porque una grieta si no se repara, se hace impredecible su final.
«Aunque se puede considerar la comedia como antónimo de la tragedia, no se puede nunca asegurar como va a reaccionar el público». Fueron las sensatas palabras del cineasta Takeshi Kitano que impresionan. Así es, inmersos en una pandemia, en pleno repunte y con inseguridades y peleas todo es ahora mismo impredecible, pero, siguiendo al director japonés y con su misma filosofía:
Cuando estuvimos en una declaración unilateral de independencia en Cataluña (es tragedia).
Cuando percibimos que sin arrepentimiento se van a poner ahora en la calle a sediciosos malversadores que a la vez con una nueva ley o con un indulto van a ver exoneradas sus responsabilidades (es comedia).
Y si observamos cómo se insulta y menosprecia al Rey desde el Gobierno de España y hasta en el Parlamento por diputados perjuros («y con lealtad al Rey», dice la Constitución y el Juramento) que son o comunistas o separatistas, o las dos cosas, que 'okupan' escaños sin votos proporcionales gracias a leyes melifluas que lo permiten (es tragedia).
Y cuando se oyen las justificaciones hilarantes de algunos ministros: «no puede ir el Rey a Barcelona para mejorar el conflicto y la convivencia» (es comedia).
Y cuando ahora dicen que no hay médicos después de no preverlo y de dejar marchar a miles de ellos y que ahora les aumentarán el sueldo a los jóvenes residentes en dos euros más al mes (es vodevil-comedia porque hay canciones juveniles). Y que entonces los traerán de fuera sin filtro, apoyados en un decreto ley que aniquila el esfuerzo docente de 50 años del sistema MIR, su organización, prestigio y éxito demostrado, colocando médicos cubanos, sudamericanos... (es un drama).
«Y no se sabe como va a reaccionar el público» (Takeshi Kitano).
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