Los egos
Nos hacen caer en su trampa cuando alguien es capaz de despertarlos con el objetivo de evidenciar nuestra debilidad egoísta
Uno de los mayores inconvenientes que tenemos las personas, en nuestra vida en relación con los demás, son los egos. Todos en mayor o menor ... medida los padecemos.
Nacemos con el gen egoísta y, dependiendo de la educación que recibamos y del ejemplo que tomemos, nos seguirá de por vida con mayor o menor intensidad. El culto al ego de uno mismo es una necesidad de engrandecimiento personal poniendo nuestros intereses, opiniones o criterios por encima de los demás, a costa de quien sea y tratando de preponderar siempre en beneficio propio; el «ganar-ganar» aquí no existe y sino que se lo pregunten a Putin.
Hay muchos tipos de egos, los inocentes (parece que no quieren nada para sí mismos, pero sólo lo parece), los generosos (dando con una mano y esperando recibir con la otra), los que están cargados de conocimiento, de ciencia, que les hace estar por encima del bien y del mal y los peores, los más agresivos y prepotentes, que son los testosterónicos, habitualmente cargados de la fuerza del poder y del mantenimiento de este en el tiempo.
Pero los egos también nos hacen caer en su trampa cuando alguien es capaz de despertarlos con el objetivo de evidenciar nuestra debilidad egoísta. Ahí, sin darnos cuenta, ponemos de manifiesto esa necesidad de sentir que preponderamos y de defender «lo nuestro».
Es muy probable que, en el fondo, los egos nazcan de tener una sensación, falsa en muchos casos, de que estamos necesitados de defender nuestras posiciones, es decir, nos sentimos débiles, quizá con la posibilidad de ser «atacados» y como no hay mejor defensa... Por este motivo cuando alguien actúa, con esa defensa acérrima, agresiva a veces y siempre marcando distancias, lo haga desde una posición de débil fortaleza que teme perder su posición. Hay muchas personas que, bajo determinadas circunstancias, entrevén que pueden perder su prurito, distinción o posición y cualquier acto que pueda agredirles, por inocente que sea, lo van a defender a capa y espada. Hablando de esos tiempos, esos mismos egos nos ridiculizaron en la época de la hidalguía, del parecer que se es y que se tiene a cualquier costa y del maldito qué dirán que tanto mal hace en nuestra sociedad.
Si habitualmente tienes la sensación de tener que reafirmar tu posición de estatus háztelo mirar porque a buen seguro que te estarás debilitando o cuando menos sintiendo que tus fuerzas pueden flaquear. El ego es el Yo por encima de todo lo demás, es el mismo que experimenta un recién nacido hasta los dos años de edad ¿por qué? Porque se siente necesitado y la genética le anima a ponerse el primero en la fila del reparto de los bienes y de los dones.
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