La escuela y el proceso de formarse como persona
JOAQUIM SERRABONA MÁS Y ÁNGEL HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ
Doctores en Psicología
Sábado, 24 de septiembre 2022, 07:29
Se inicia un nuevo curso escolar a caballo de dos marcos legislativos que pugnan ente sí desde conceptos distintos de la educación, del ciudadano y, ... en definitiva, de la persona. Y las familias, en medio de estos cambios ¿qué debieran pedirle a la escuela? Esa pregunta nos sitúa otra vez en la disyuntiva entre 'lo urgente y lo importante'. Valoramos como urgente que nuestros escolares adquieran máximas destrezas en lenguaje, matemáticas, nuevas tecnologías e idiomas, pero comprendemos que los aprendizajes que les pueda facilitar el mejor de los colegios no se adquirirán apropiadamente sin la disposición adecuada del niño.
Nuestros hijos no estarán realmente preparados para un futuro que cada vez se intuye más complejo si no logramos que tengan avidez por aprender, gusto por el estudio, capacidad de esfuerzo y creatividad, madurez emocional, habilidades sociales o conciencia ciudadana. El problema es que sabemos bien qué recursos precisa la escuela para dotar a los escolares de mejores competencias en matemáticas, inglés o computación, mientras que el camino hacia lo importante en la educación es difuso e incierto.
También sabemos que las familias y las escuelas deben trabajar conjuntamente en ese objetivo, pero no sabemos muy bien cómo. En algunos casos tenemos muchas ideas contradictorias al respecto, por lo que tememos fracasar y que el tiempo invertido en ello hubiese estado mejor empleado en duplicar las horas de informática. Ciertamente la formación como persona es un proceso distinto para cada niño y está muy ligado a las experiencias individuales, pero no cabe duda de que hay entornos familiares y escolares que potencian un buen desarrollo del mismo.
Centrándonos en el entorno escolar, cerraremos este artículo hablando de una metodología muy potente para apoyar la construcción de la personalidad del niño en el entorno escolar. Una metodología que ha centrado la vida profesional de los autores: la psicomotricidad. Para muchos padres (y para algunos profesionales), la psicomotricidad es una especie de gimnasia para niños pequeños basada en ofrecer a los escolares circuitos de obstáculos que recorrer a fin de mejorar sus destrezas motrices.
No obstante, en manos de profesionales adecuadamente formados, la sala de psicomotricidad y los recursos específicos que ofrece se convierten en un espacio de investigación para el niño. En él experimenta, explora, inventa, negocia y se pone de acuerdo con otros niños, reconoce límites y recursos propios, establece normas y las respeta y, con todo ello, disfruta y alimenta su seguridad y autoestima.
La psicomotricidad es un claro ejemplo de cómo trabajar a unas determinadas edades los aspectos importantes de la educación de una forma global y poderosa, liberándose de ese apariencia añeja y academicista que tanta fuerza le resta a los procesos educativos.
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