Estupefacción
LA CUARTA ·
Estos tiempos que nos toca vivir son enormemente complicados para ver y reconocer a tiempo la verdad, es decir, la validez objetiva, lo sincero y ser capaces de diferenciarlo de lo enrevesado, de lo engañosoEstos tiempos que nos toca vivir son enormemente complicados para ver y reconocer a tiempo la verdad, es decir, la validez objetiva, lo sincero y ... ser capaces de diferenciarlo de lo enrevesado, de lo engañoso. No es nada sencillo porque todo es sorpresivo e irreconocible en este momento. Este sí que es un 'Nuevo Mundo' a colonizar, tal las Américas, y lo quieren aprovechar para ello espadachines oportunistas al acecho, que no parecen de fiar mientras bullen en interminables reuniones y asambleas parlamentarias e incontables ruedas de prensa. Percibimos que nos engañan pero sin saber muy bien de qué manera y sobre todo con qué objetivo y por qué método, aunque sí sabemos que todos son «progresistas» y además «progresan» en sus cargos y en su estatus.
Está todo por descubrir todavía a través de cambios sociales y de finos timadores ante los que no sabe uno como reaccionar, ya que utilizan nuevos métodos, nuevas tecnologías nacientes, enigmáticas, que envejecen en poco tiempo y llegan otras que las mejoran sin mejorar nada. Es el difícil artilugio de mejorar «a peor», es un gran conflicto, nos encontramos entre la España y la pared (Trapiello) sin saber qué hacer y sin tener claro casi nada.
Diría que somos víctimas de la estupefacción mientras observamos hieráticos. No movemos un solo músculo de realidad, mientras tratamos de traducir el sánscrito de las intenciones de quienes nos dirigen tan mal que alimentan nuestra inquietud y nuestra desconfianza.
Desconocemos si todo pudo ser programado de antemano o si teníamos «patologías previas» y somos más débiles como ahora se revisa cuando un anciano muere
Y desconocemos si todo pudo ser programado de antemano o si teníamos «patologías previas» y somos más débiles como ahora se revisa cuando un anciano muere. ¡Cómo si no hubiera patología previa cuando «toca a arrebato» a cualquier edad! Pero así..., ya casi que le era su hora al anciano y son menores las responsabilidades. Nada más injusto: solos en residencias, afectados de neumonía y sin UVI, casi sin tratamiento pero con olvido, con mucho olvido y con patología previa. Así se están yendo muchos de nuestros mayores mientras miramos desde las terrazas.
¿Pudo ser previsto el virus despiadado y su comportamiento o la pandemia económica sumada a la gran inquietud social? Tenemos un 'totum revolutum' mental de desconfianza que no sabemos cómo explicarlo y cómo resolver. Habrá que mirar atrás, o alrededor, o a hace siglos para aprender, comparar y reconocerlo todo y poder tomar medidas. Pero no existen tantos modelos para copiar, para resistir, para aplicar, entonces ¿qué hacemos?
Es que así, observando e inmóviles estaban los cubanos mientras se deshacía su isla y se oprimía, y los venezolanos y su democracia desaparecía, y los nicaragüenses y su convivencia terminaba, y anteriormente los húngaros, o los chequios o los eslovenos o los polacos, sobre todo los polacos y su vida en libertad destruida. Todos estaban expectantes, estupefactos, observaban, no creían que..., y de pronto la gran bota totalitaria del marxismo-leninismo cayó sobre sus cabezas y ya sin respirar largo camino, ya sin poder cambiar nada. No le fue suficiente observar, y la queja no sirvió para enderezar nada, sólo sufrir. Exclusivamente el tiempo, largo tiempo de desdicha pudo facilitar y devolver la ilusión, la sensatez, el recobrar el ánimo y mejorar las cosas.
Mirando hacia atrás entonces me gustaría ilustrar con una pequeña vivencia el temor al comunismo desde la vida de los que lo sufrieron, o mejor, desde la literatura. Como bien sabemos, los poetas tienen un idioma mientras que los narradores pueden permitirse las lenguas que quieran y admiten la traducción. Cuando leemos a un poeta traducido siempre es un consuelo, apenas un simulacro, siempre una frustración, en especial si se trata de idiomas lejanos como el de Czeslaw Milosz que probablemente no conocen o han olvidado. Fue un escritor polaco, Nobel de Literatura a principios de los 80 con el que tuve la fortuna de «tropezar» con su obra casi al completo en aquel momento a través de mi compañero polaco, 'hooligan' de su literatura, teniendo como tenía pocas cosas que disfrutar en un momento en que esa nación tan distante en todo y tan endurecida de invasiones y sufrimiento padecía de nuevo la presión de la dictadura, esta vez comunista, «la peor» como definía mi querido amigo.
León, que así se llamaba, era/es un médico polaco de 'solidarnosc' ('solidaridad'), compañero de formación en Londres que no podía festejar nada en su Polonia oprimida en aquel momento, pero sí celebró con algarabía aquel Premio Nobel inesperado de Literatura en 1980, tal un fan del Chelsea, equipo de fútbol de nuestros compañeros ingleses.
La academia Sueca, con cierto deje reaccionario anticomunista concedió al ya profesor de Berkeley el galardón a su obra de forma inesperada, obviando incluso que dos años antes se lo hubieran concedido a otro polaco, este sí conocido, el maravilloso Isaac B. Singer, que escribía en yidis, idioma judeoalemán que tanta importancia identitaria tuvo en la centroeuropa de aquellos años.
Pero olvidando a mi médico amigo, a la Academia sueca o incluso al yidis o el significado de dos nobeles de literatura del mismo país en un período de dos años, quiero explicar, si es posible, el interior de Milosz que yo percibí gracias a la casualidad y que tanto me impactó, para explicar de cerca el sufrimiento y para activar todos los resortes anticomunistas con los que contemos y evitar, o al menos mitigar, que nos invada desprevenidos su totalitarismo.
Él, Milosz, sólo tenía su palabra desesperada, su poesía y se empeñaba en convencer a gritos: «Qué clase de poesía es esa que no salva a las naciones o a los pueblos» decía. Y tan solo blandía la poesía como arma de defensa, y además mal traducida, y se desesperaba avisando de lo que él llamaba «pensamiento cautivo», que según él no era más que la burocratización, la subvención, el funcionariado universal y la propaganda. ¿Y si añadimos el CNI, la policía o la TV pública les suena de algo? Todo ello inoculado en la sociedad poco a poco como eficaces destructores de lo individual para albergar el colectivismo comunista, afirmaba. Y lo combatía solo y con aforismos, que no son más que destellos de poesía o disparos de realidad insuficientes. Él lo explicaba así: «Felices los que han vivido y murieron a tiempo» de manera desgarradora e ilustrativa.
Pero en fin, a pesar de nuestras «mentes de cemento» (Lorca. 'Poeta en Nueva York'), recapacitemos y a ver si llegan de una vez recuperadas las voces, los cariños, la nitidez, la alegría. «Este saber que al final estamos todos, en esas deliciosas improvisaciones que nos da la vida» (Vicente Aleixandre. 'Espadas como labios'). Pero si esperamos, es posible que no haya más memoria que la de las heridas, sentenciaba Milosz... Pues eso.
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