Eutanasia
«Ni unos ni otros (políticos) parecen tener talla para vestir un traje que requiere de grandes solapas de conocimiento y grandes bolsillos plenos de ternura»
Bien podían haber sido referencias conmovedoras sobre los desastres de la política actual por motivos sobrados, pero no lo eran. Se trataba en general ... de denuncias o comentarios impactantes de actualidad que fueron servidos a los lectores en este nuestro querido Diario Montañés en la plenitud de diferentes columnistas utilizando el cancionero popular como referente: 'Lágrimas negras', 'La habitación donde sucedió', 'Malamente'...y todo ello coincidiendo en el mismo ejemplar del periódico, que ya es casualidad.
Bien sabemos que el escritor o el poeta con el músico o el escultor o el buen dibujante que diseña con el actor viven todos en la misma casa común, utilizan los mismos muebles de la inspiración y hablan el mismo idioma. La cultura se sirve siempre de su intocable bagaje.
En este caso, estas plumas y sus columnas quisieron reflejar la realidad cotidiana a través de canciones de éxito que ofrecen impactantes posibilidades descubriendo sentimientos. Yo también quiero hacerlo. Yo también quiero que a través del recuerdo de una canción en su música y/o en su letra ustedes reflexionen y se conmuevan.
«El cirujano debe siempre actuar antes con la vista y la mente que con la mano armada»
No quiero 'Seducirles' si se entiende en ello abuso o superioridad, pero sí quiero 'INducirles' a tomar posición de forma valiente y generosa ante la inminente posibilidad de que se apruebe en el Congreso de los Diputados una Ley de Eutanasia. Y, para ello, estoy dudando entre 'Corazón partío' (Alejandro Sanz) o 'Corazón espinado' (Maná). O los dos, 'Foscaris de Verdi' (tragedia lírica en tres actos).
En cualquier caso, ya saben ustedes por donde voy: «Está lloviendo al corazón». ¡Quiero lamentarme y hacerlo bien para que se me oiga! 'Gritaaar' titulaba yo hace años un artículo sentido que alcanzó cierta difusión. Pues gritaaando estoy.
Y quiero hacerlo con pudor, digamos que siguiendo a Montesquieu: «El pudor hay que saber vencerlo pero nunca hay que perderlo».
Y quiero hacerlo con delicadeza para no ser mal interpretado. En temas de moral o de conciencia no debería nunca entrar la política con sus manos contaminadas por los partidos.
Y quiero hacerlo con generosidad para que nadie dude de mi amor por la gente que sufre: ¡tanta y tanto!
Por todo ello apelo al actor olvidado, apelo al eslabón imprescindible, reclamo al experto. Apelo al médico.
Y no tiene nadie que venir a legislar redactando en Proposición de Ley un artículo sobre nuestro derecho, también el mío, a la objeción de conciencia. Ese derecho está labrado en nuestra genética hipocrática y no pueden venir unos intrusos a darnos ese placet ¡Sólo faltaba!
Pero apelo al médico, sobre todo porque no puede ser armador de muerte. Hemos visto muerte tantas veces a nuestro alrededor que sabemos bien cómo se comporta, sabemos bien cómo camina, cómo hiere cuando está llegando y cómo son nuestras reacciones ante ella: siempre insospechadas, siempre trágicas, siempre dolorosas. Y por eso tenemos que ser capaces de afrontarla en las mejores condiciones posibles, en mi opinión, con varias máximas que hoy se cumplen ya casi al completo:
-Mitigar el dolor físico: existen hoy fármacos imprescindibles y especialistas muy capaces.
-Mitigar el deterioro psíquico: tenemos un magnífico sistema sanitario aunque se debería mejorar y ampliar la ayuda a la dependencia.
-Información y tratamiento vital: respetando el derecho a una muerte digna, también llamado Documento de Instrucciones Previas o Testamento de Voluntades Anticipadas, reflejando los tratamientos a los que no desearíamos someternos llegado el momento crucial y también sobre el destino de nuestro cuerpo o de nuestros órganos.
-Todo ello en un programa de cuidados paliativos que ya funciona en nuestros hospitales y que quizás deberíamos mejor legislar. Y que en su concepción posee un delicado compromiso ante el sufrimiento.
Entonces ¿Qué representa una Ley de Eutanasia que no sea la pretensión de obtener réditos políticos o la de contentar consignas antisistema? ¿De qué modernidad se trata si matar es el procedimiento maligno más antiguo y execrable de la condición humana? Y, al mismo tiempo, ¿cómo puede tratar la oposición de rebatir tal propuesta con el miserable argumento del ahorro y los recortes?
Ni unos ni otros parecen tener talla para vestir un traje que requiere de grandes solapas de conocimiento y grandes bolsillos plenos de ternura, de sentimiento, de conducta ética y de amor y sensibilidad.
¡Pues que no lo hagan!
Sabido es que, a cierta edad, las cosas se aprecian con algo más de escepticismo, incluso a veces «actuado» porque el mayorcito cree que ya nada que pueda decir le está vedado y mucho menos lo que pueda decir de lo que pueda pensar y lo traduce con vehemencia tal y como yo mismo estoy haciendo ahora. Lo que desespera lo ve mejor el mayorcito, aunque muchas veces lo vaya a sufrir más tarde y más duro el jovencito y de ahí mi interés en despertar conciencias lúcidas adormiladas.
La gente suele llamarlo experiencia, pero experiencia, como bien sabemos, es muchas veces el nombre que damos a nuestras equivocaciones. Es otra cosa, dejémoslo en «doble visión», que es lo que más se acerca. En esa doble visión de «verlas venir» deberíamos estar prestos para que no se altere ni se contamine nuestro modelo de sociedad: aquel que escucha, respeta y cuida al mayor hasta que muere.
En la fachada principal de la Academia Alemana de Cirujanos existe una leyenda que impresiona al paso y que sin duda tendríamos que hacer propia aplicándola a cualquier conducta humana y huyendo del corporativismo: «El cirujano debe siempre actuar antes con la vista y la mente que con la mano armada».
Nada más sabio.
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