No firmes, pinta
Ghost Pitùr recorre de noche las calles de su ciudad italiana con un bote de pintura para restaurar las fachadas vandalizadas. Apenas se sabe nada ... de él, salvo que mantiene oculta su identidad bajo una capucha en los vídeos que publica con sus acciones: cuando nadie le ve, se planta ante un edificio lleno de grafitis, de firmas mal dispuestas y de rayajos, y con la pintura del mismo color de la pared, empieza a pasar el rodillo como el que pasa un borrador por la pizarra.
«Cuando veo una obra bien hecha, con un mensaje, un plan, un color elegido, una verdadera intención artística, me detengo. Me gusta. Nunca la tocaría», dice. Su cruzada es contra esos otros grafismos anónimos que ensucian las paredes: «No soy un héroe, lo hago por amor a la ciudad, no por la gloria». El encapuchado es pintor profesional durante el día, y de noche, un activista de la estética, pero hay algo en su acción que hace pensar en un artista anónimo.
¿Qué llegó antes, su intención de limpiar los edificios, o su necesidad de compartir ese gesto por redes con el impacto que conlleva?
El arte urbano son murales, son intervenciones colectivas, son adornos, son nuestras huellas contemporáneas. Pero también puede ser esto, limpieza, una estética basada en la eliminación, en borrar. Y me resulta del todo paradójico, sobre todo porque la mayoría de las pintadas que ensucian nuestras ciudades suelen ser firmas, nombres propios y alegorías de un apodo. Es el yo en aerosol. No sé si Ghost Pitùr es un héroe o busca fama en Tik Tok: su último vídeo ha tenido más de cuatro millones de visualizaciones, me pregunto cuántas tendrá la nueva pintada de La Magdalena.
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