La importancia de (sobre)vivir
Los chinos son gente acostumbrada a compartir y a competir por su espacio, los recursos y las oportunidades
Érase una vez, hace muchos muchos años en la antigua China, un hombre llamado YuGong ('Yu, el Palurdo'), que durante todos los días de su ... vida tenía que subir una montaña cargado con aperos de labranza para trabajar sus campos, que estaban al otro lado del monte. Todos los días, tras una larga jornada de sol a sol, YuGong debía volver a subir y bajar la misma montaña para regresar a su casa. Un día, agotado de tanto sube y baja, el Sr. Yu resolvió mover aquella montaña a punta de pala. Los vecinos, al verle espalar, se mofaban de él tomándole por loco y le preguntaban si realmente creía poder mover él solo aquella montaña a paladas. El viejo YuGong, sin prestar atención a las burlas, se afanaba día a día en excavar algunos palmos más de tierra. «Yo no terminaré esta labor», decía, «...pero mis hijos continuarán espalando. Y los hijos de mis hijos. Y los nietos de mis nietos continuarán mi labor. Las montañas son altas, pero no crecen. Con cada palada que les restamos, menguan un poco más. Algún día, alguno de mis descendientes reducirá esta montaña a guijarros y podrá caminar a sus campos en línea recta».
La leyenda de 'YuGong, el que movía montañas' es celebérrima en China y ejemplifica que, con perseverancia, se consigue todo. Lo más interesante de la historia es que está basada en hechos reales y, efectivamente, en una pequeña población de la provincia china de Guizhou, una sola familia espaló, palmo a palmo, durante dos siglos, la montaña que separaba su población de los campos de labranza. Salvando todas las distancias metafóricas, China, que sabe que el control de los mares pertenece (y pertenecerá) durante décadas a los EE UU, está decidida a «mover montañas» para reactivar Eurasia, salvando todo tipo de accidentes orográficos, en esa empresa colosal que es la Nueva Ruta de la Seda. En ello se van a emplear las cuatro o cinco generaciones venideras de chinos. Ver para creer.
En el espléndido libro 'La importancia de vivir', el autor chino Lin YuTang repasa lo mejor de la sabiduría ancestral china. El texto transmite optimismo, disfrute y ganas de vivir; es, además, un muy buen manual para entender cómo funciona la mente de un chino. Los chinos son, desde que nacen, gente acostumbrada a compartir su espacio, los recursos y las oportunidades. Y a competir duramente por ellos. Gente habituada a espabilar y a no dar nunca el futuro por ganado. Si su día tuviese 28 horas, trabajarían las 28 horas. El régimen de Pekín lo sabe; conoce bien a una ciudadanía acostumbrada a la tenacidad y al sacrificio, pero también a cambios de todo tipo, a grandes movilizaciones y a los timonazos de un sistema muy pragmático que experimenta y pivota permanentemente a base de pruebas y errores para garantizar ese largoplacismo sin interrupciones.
Esta adaptación continua de los chinos no significa conformismo, sino aprender a jugar del mejor modo posible con las cartas que la vida nos da continuamente, pues las cosas no siempre salen como uno quiere. Esta gente no pierde el tiempo en lamentaciones. Cuando algo no resulta como les gustaría, cambian de tercio y, muy rápido, recalibran sus expectativas adaptándose a la nueva realidad para no sufrir más de la cuenta. La famosa frase popularizada por Bruce Lee -«be water, my friend» (sé como el agua, amigo)-, tiene profundas raíces budistas y persigue precisamente evitar el sufrimiento: la capacidad de adaptación continua permite al agua adaptarse a cualquier silueta y recipiente. En esta actitud pesa mucho la historia milenaria de China, su sabiduría sobre la conexión entre el cuerpo y la mente y, en especial, su etapa más reciente de lucha por la supervivencia.
Los líderes chinos han conocido de primera mano la escasez y el hambre; tienen muy presente que todo se puede torcer súbitamente y un conocimiento autobiográfico de la supervivencia. Por ello, entienden su sistema como algo líquido, imperfecto y en permanente transformación. La población china, por su parte, ha visto cómo su nivel de vida no ha dejado de mejorar en los últimos 50 años. Los hay que han pasado de la bicicleta a la moto eléctrica y también quienes han saltado del burro al Maserati pero todos, sin excepción, han visto mejorar su nivel de vida en este último medio siglo. Por eso, cuando hablan de su abundancia actual, los chinos agradecen la larga estela de «los esfuerzos continuados de varias generaciones de chinos». Sobrevivir importa.
Esa, tal vez, sea la principal característica de China como nación, como cultura y como fenómeno histórico: su consistente capacidad de supervivencia. Como resume Lin YuTang en su libro, «quien sabe bien lo que quiere, es un hombre feliz porque puede vivir para luchar por ello».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión