Las inercias
Estamos gobernados por nuestro subconsciente en un 95% del total de nuestra propia personalidad
¿Cuántas cosas hacemos por la inercia, por la repetición de comportamientos de los que ni siquiera nos preguntamos por qué los hacemos? Muchas veces ... lo he manifestado, estamos gobernados por nuestro subconsciente en un 95% del total de nuestra propia personalidad. Y esa falta de consciencia nos hace repetir expresiones, comportamientos, pensamientos y decisiones que, en muchos casos, su único valor se reduce al «siempre lo he hecho así». Generalmente, los humanos hacemos ciencia de nuestros actos con el «prueba y error» y cuando acertamos pensamos que esa fórmula de comportamiento es válida para todo tiempo futuro y no es así. Ese modo de hacer nos vale durante el tiempo que dura, como las pilas de un aparato que se acaban cuando se acaban, y llega un momento en que nos comportamos inercialmente de un modo que ya quedó trasnochado y no somos conscientes de su decadencia o inadecuación.
Podríamos poner muchos ejemplos de lo que estamos hablando: el cómo saludamos y tratamos a las personas que queremos y que viven con nosotros después de mucho tiempo; nuestro trabajo en una empresa, nuestra forma de afrontar los retos o los desempeños que tenemos que asumir; en ese mismo ámbito pretendemos usar tecnologías de hace años para resolver problemas de hoy; las rutinas en el modo de comer, vestirnos, pasear o sentarnos a una mesa; nuestra adscripción política arcaica de tiempos muy pasados o el club de fútbol de nuestra infancia o juventud, en ambos casos sin pararnos a pensar si tienen o no mérito en lo que hacen, simplemente somos seguidistas de tiempos pasados; o el juicio que emitimos internamente sobre una determinada persona o una marca de productos de consumo y no damos opción a cambiar en el modo de verlo.
Pero la inconsciencia también se da en las colectividades. Existe la inercia en las instituciones o en los grupos o colectivos. Se hacen las cosas y se juzgan como siempre se hizo sin ponerlas el filtro de la actualidad. Somos de derechas, de izquierdas, independentistas, nacionalistas y todos los 'istas' que somos capaces de inventarnos sin cuestionar el por qué estamos adscritos a esas ideas. Parece que cambiar esa inercia es como si perdiéramos parte de nuestra personalidad, sin darnos cuenta de que el replanteamiento es el principio de la inteligencia, sobre todo de la que cuestiona las ideas y las visiones en base a la objetiva y puñetera realidad. Nos creemos unos constructos mentales que, si además se basan en oponerse a otros ya nos encanta, nos maravilla, nos sentimos mejores que los opuestos y más legitimados cuando, en el fondo, somos más ignorantes por no haber abierto los ojos para ver si lo que somos es coherente con lo que quisiéramos ser.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión