Abrazasecuoyas
De tanto abrazarlas, las secuoyas del Monte Cabezón están con un estrés insoportable. Menuda vejez les están dando los visitantes del bosque: doscientos mil turistas, ... doscientos mil abrazos. Y a todos nos gusta el cariño, pero no hay que pasarse.
Según los abrazadores de árboles, la práctica es fabulosa para la salud, la emocional y la de toda la vida; libera oxitocina, mitiga dolores, cura el insomnio… Vamos, que ni la valeriana, las bayas de goji y el Prozac juntos, y hasta mejor que apilar piedras por tamaño a la orilla del río: la arboterapia es la medicina del futuro. Todo natural y sin efectos secundarios. Y encima puedes sacarte un selfi y presumir en las redes sociales.
O casi, vamos, porque en estas relaciones tóxicas y asimétricas –hay quien recomienda pedir antes permiso al árbol, pero es que tiene que haber de todo– la parte más débil acaba sufriendo: la corteza de las secuoyas se debilita y a las raíces tampoco les viene bien que las pisen. Amores que matan, vamos.
Pero bueno, como en la mayoría de los casos todo se trata de hacerse un selfi, la solución es bien fácil: en vez de abrazasecuoyas, háganse abrazafarolas. Vale que no es tan ecológico, pero también las hay muy chulas, centenarias y vintage. Y en vez de sombra, dan luz, que ayuda mucho a las fotos. Las farolas, además, no se desgastan, no hay que pedirles permiso y, con un poco de suerte y algún cortocircuito, sí que transmiten energía. De hecho, les pueden soltar un buen calambrazo. Que, a poco que evolucionen las secuoyas, es lo que van a acabar haciendo, para poder sobrevivir a esos humanos que tanto las queremos.
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