T eniendo en cuenta las, a nuestro juicio, poco o nada sensatas políticas económicas desplegadas por la Administración Trump, y la incertidumbre que las mismas ... imponen sobre el funcionamiento de la economía mundial, me refería hace unas semanas a las escasas posibilidades que tenía el euro de llegar a suplantar al dólar, algo que, efectivamente, parece muy improbable. Pese a ello, también mencionaba que puede ganar presencia y fortaleza como moneda de reserva y moneda vehículo a escala internacional. Pues bien, pese a que la insensatez de las políticas mencionadas ayudan en este cometido, hay que reconocer que el logro del mismo no es nada sencillo.
Una de las cosas que habría que hacer para avanzar en la dirección mencionada consistiría en ahondar en la autonomía financiera de la UE, algo que implicaría crear un ecosistema financiero capaz de competir con el de los Estados Unidos, lo que, a su vez, exigiría, como condición necesaria, la conformación de un mercado de eurobonos muy grande y muy líquido. Es cierto que, hoy por hoy, y sobre todo a raíz de la pandemia y de la puesta en marcha de los fondos Next Generation, existe un mercado de eurobonos, pero también lo es que el mismo es relativamente pequeño, poco líquido, y que tales bonos se consideran más como bonos supranacionales que bonos soberanos. En definitiva, tenemos un mercado de bonos incapaz de competir con el estadounidense.
¿Qué se puede hacer, entonces, para crear este mercado? Entre las propuestas avanzadas por los especialistas, me parece que una de las más completas es la sugerida recientemente por Olivier Blanchard y Ángel Ubide. Y me parece que es así porque constituye una alternativa segura al dólar que no implica, o lo hace en muy escasa medida, cuestiones de 'risk-sharing' (riesgo compartido), ingeniería financiera, o cambio en las reglas fiscales comunitarias.
Puesto que el objetivo es incrementar sustancialmente el tamaño, y la liquidez, del mercado de eurobonos, la propuesta de los dos economistas citados estriba, en esencia, en reemplazar una parte sustancial de la deuda de los países de la Eurozona (emitida en bonos nacionales) por deuda de la UE (emitida en eurobonos). La principal dificultad con la que se enfrenta este reemplazo es, como todos ustedes pueden imaginar, que cuanto mayor sea el porcentaje de bonos nacionales sustituido por eurobonos mayor es problema del risk-sharing, algo acerca de lo que algunos países, los llamados halcones, se muestran muy reacios.
Una forma de eliminar o reducir el rechazo del risk-sharing consistiría en establecer un porcentaje de sustitución de bonos que fuera admisible por todas las partes implicadas, una cifra que Blanchard y Uribe consideran que podría ser equivalente al 25% del PIB de la zona. Supuesto que esto sea así, es decir, supuesto que se lograra un acuerdo al respecto, habría distintas formas de proceder a la sustitución. Una de ellas, probablemente la más complicada de todas en la práctica, implicaría comprar bonos nacionales con eurobonos; una segunda forma de avanzar en este objetivo consistiría en proceder al reemplazo de bonos nacionales por eurobonos sólo cuando se cumpliera el vencimiento de los primeros; y una tercera forma sería mediante el reemplazo de los bonos nacionales en poder del BCE por eurobonos. Naturalmente, cabe también la posibilidad de utilizar una combinación de estas tres vías, en porcentajes que, a priori, pudieran acordarse.
Así las cosas, ¿dónde estriba el verdadero problema para la creación de un mercado potente de eurobonos? No, desde luego, en cuestiones técnicas, que siempre serían susceptibles de solucionarse, sino en cuestiones de índole política relacionadas con la compartición de riesgos, el aludido risk-sharing. Aunque, en la actualidad, lograr esto parece algo más sencillo que en el pasado, en el que la sola idea de compartir riesgos entre, por ejemplo, España y Alemania, era descartada de plano, no se puede negar que, pese a que el diferencial entre los bonos de ambos países se encuentra en mínimos, siguen existiendo reticencias bastante fuertes al respecto.
Pues bien, tal y como sostiene uno de nuestros refranes más populares, 'la ocasión la pintan calva', y sería impensable e inadmisible que no la aprovecháramos, por lo que dejar de lado las reticencias mencionadas y actuar como una verdadera Unión Europea es totalmente necesario y perentorio. Los beneficios serían evidentes: contar con un potente mercado de eurobonos acrecentaría nuestra autonomía financiera, permitiría endeudarnos a un coste más bajo y asentaría el papel del euro como moneda internacional.
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