En Economía, al contrario de lo que ocurre con la mayoría de las religiones, no existen muchos dogmas, pero sí algunos que, ahora más que ... nunca, conviene tener en cuenta. Uno de ellos, al que quiero referirme en esta ocasión, sostiene que diversificar es siempre, o casi siempre, bueno. Expresado de forma popular como que no es bueno poner todos los huevos en la misma cesta, es prudente tomarlo en consideración no sólo en lo que atañe a la esfera micro, sino también a la macro.
En esta columna me he referido largo y tendido y, a no ser que cambien mucho las cosas, me temo que seguiré haciéndolo en el futuro, a los perniciosos efectos de la desorbitada imposición de aranceles por parte de la Administración Trump, tanto sobre su propia economía como sobre la economía de la mayoría de países. Ya sabemos que la argumentación esgrimida al efecto, que así se corregirá el déficit comercial estadounidense, es muy poco robusta, pero también sabemos que a Trump y sus acólitos les da lo mismo. Sostener que con los aranceles los norteamericanos importarán menos puede ser verdad, pero no lo es, ni lo será, en ningún caso, que con ello lograrán un mayor crecimiento del PIB; pensar así es simplemente no comprender que en el cálculo de esta magnitud siempre hay que descontar las importaciones porque, de no hacerlo, se incurriría en una doble contabilización.
Sea como fuere, lo cierto es que los aranceles están ahí, y que, como ha ocurrido con el trabajo en remoto tras la pandemia, han venido para quedarse; quizás se rebajen algo en el futuro, pero mi impresión es que, a corto/medio plazo, se mantendrán en niveles superiores a los que tenían cuando Trump desató la tormenta arancelaria.
Así las cosas, una de las preguntas que tenemos que formularnos es la de cómo hacer frente a esta nueva situación. Puesto que también he respondido en parte a esta cuestión en columnas anteriores, no me extenderé sobre ella, salvo para decir que una forma de hacerlo es a través de una mayor diversificación de nuestras exportaciones. Por fortuna, y no siempre podemos decir lo mismo, aquí contamos con tres bazas a nuestro favor.
La primera es que, pese a ser muy importantes para la buena marcha de nuestra economía, las exportaciones españolas a los Estados Unidos representan menos del 5% del total de nuestras ventas al exterior, circunstancia que permitirá acortar, dentro de límites razonables, el impacto de los nuevos aranceles.
La segunda baza es que, poco a poco, nuestras exportaciones se han ido diversificando, tanto en lo que se refiere a los sectores implicados como a los países de destino; en este último aspecto conviene subrayar que nuestra dependencia de la economía estadounidense se ha ido reduciendo paulatinamente al tiempo que, como forma de compensar, han aumentado nuestras exportaciones a otros mercados.
La tercera baza es que, pese a que en alguna ocasión lo he criticado, la balanza de servicios en nuestro país (que a priori no se verá afectada directamente por los aranceles de Trump) presenta un superávit tan potente que hace que la balanza por cuenta corriente registre, desde hace ya un buen número de años, un saldo superavitario, que no ha hecho más que crecer en el último trienio. Es más, aunque es cierto que cada vez resulta más complicado mejorar los registros del año anterior, todo apunta a que la inestabilidad político-económica acrecentada por los aranceles de Trump puede servir de acicate para que la balanza de servicios, y en particular la de servicios turísticos, se vea aún más fortalecida.
En definitiva, aunque es evidente que algunos sectores y empresas de nuestro país se verán seriamente perjudicados por el embate arancelario de los Estados Unidos, no es de temer que, a escala nacional, el impacto del mismo sea muy grande, y no lo es porque, entre otras cosas, nuestra economía se ha ido diversificando poco a poco, tanto en lo que vende al exterior, como a quién se lo vende y quién lo vende. Esto último también conviene resaltarlo, pues nuestra base exportadora, sustentada en las empresas que exportan de manera regular, se ha ido ampliando de forma considerable a lo largo del tiempo.
Es cierto que, aun así, persisten muchas incertidumbres y muchas cosas que mejorar, pero es indudable que, habiendo diversificado más y más nuestra economía, estamos en mejores condiciones para enfrentar perturbaciones como, por ejemplo, la arancelaria.
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