A juzgar por las declaraciones públicas que realizan la inmensa mayoría de los políticos, no hay duda alguna de que se encuentran en posesión de ... un gen triunfalista. Rara vez, muy rara vez, reconocen que algo que han dicho, hecho, prometido, etc., no era verdad o no se ha cumplido. Así las cosas, creo que es de justicia reconocer cuando alguno solo saca a relucir este gen de forma moderada. Este ha sido el caso del consejero de Economía del Gobierno de Cantabria, que, en una reciente intervención en el Foro de la SER, se mostró relativamente cauto. A partir de ahí, y esta es una opinión muy personal que estoy seguro que muchos no compartirán, poco más hay que reconocer en su intervención, que se centró en cuatro puntos.
El primero de ellos, en el que sí sacó pecho, fue el de la reforma fiscal que afecta a los cuatro impuestos nacionales sobre los que la comunidad autónoma tiene alguna competencia: IRPF, Transmisiones, Sucesiones y Donaciones, y Patrimonio. En este caso, y sin estar en condiciones de juzgar si tal reforma ha cumplido o no los objetivos previstos por el gobierno, pues todavía es pronto para emitir un juicio al respecto, sí me sorprendió que especificara el incremento de recaudación conseguido con alguno de estos impuestos gracias a la mencionada reforma, pero no lo hiciera en relación con aquellos otros en los que, a priori, se espera una reducción de la misma.
En cuanto al segundo eje, que se refirió a la gestión de los fondos europeos, consideró que, en líneas generales, la misma está siendo correcta, a lo que no tengo nada que objetar. Algunas objeciones podrían hacerse, sin embargo, a lo que consideró como tercer eje (¿eje, de qué?), relacionado con la obligación de asumir algunas competencias que llegan sin la financiación necesaria; aunque entendibles las quejas del consejero, los cambios legislativos que originan estos problemas constituyen, me parece a mí, el pan nuestro de cada día, sea quien sea quien gobierne, en la nación y la región.
En todo caso, donde la crítica me parece más procedente es en lo que atañe al cuarto eje, relativo a la economía de Cantabria. Aparte de insistir en la persecución del objetivo de déficit cero, y de quejarse de que la regla de gasto limita las posibilidades de actuación del gobierno regional, poco más cabe destacar, salvo que se aventuró a decir que en 2026 el crecimiento regional superará al nacional, aunque, en mi opinión, no adujo ninguna razón que nos haga pensar que esto puede ser así. El hecho cierto, e incontestable, es que, al menos en las dos últimas décadas, y tanto con gobiernos progresistas como conservadores, la economía de Cantabria se ha mostrado, en líneas generales, menos expansiva que la española, lo que se ha traducido en que nuestro PIB per cápita se haya ido alejando, poco a poco, de la media del país; en lugar de caminar por la senda de la convergencia lo estamos haciendo por la de la divergencia. ¿Qué ha sucedido para que se nos diga que en 2026 cambiará la marea? Salvo que en sus palabras estuviera implícita la creencia de que la reforma fiscal va a ser el bálsamo de Fierabrás que impulsará nuestra economía, no se dijo nada al respecto y yo, como la mayoría de las instituciones que elaboran previsiones de crecimiento, no lo tengo nada claro.
Para finalizar, hay otro punto que me llamó mucho la atención, pese a que solo se mencionó en el turno de preguntas. Si, en palabras del consejero, Cantabria es «una región moderna, abierta al mundo y a la inversión y colaboración público-privada: lo tiene todo para ser una tierra de oportunidades», ¿cómo se explica que la inversión extranjera en la región sea, de forma sistemática, prácticamente nula? La pregunta, que me pareció muy procedente, obtuvo como única respuesta la de que se han abierto perspectivas de inversión muy interesantes tras el viaje que varios miembros el gobierno regional, con la presidenta al frente, realizaron a México. Aun en el supuesto de que estas perspectivas cuajen, ¿qué nos falta, qué carencias tenemos para que, a la hora de la verdad, seamos tan poco atractivos para la inversión extranjera? Solo un buen diagnóstico de estas limitaciones nos permitiría estar en condiciones de subsanarlas y, por lo tanto, de mejorar sustancialmente nuestro desempeño económico. A mi juicio, es tarea del Gobierno hacerlo.
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