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Brillantes cabezas

Ser calvo en China es símbolo de sabiduría e inteligencia

Sábado, 29 de noviembre 2025, 07:41

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Todos los varones con los que comparto lazos de consanguinidad son calvos. El destino de mi patrimonio capilar estaba escrito, mucho antes de mi nacimiento, ... en esa doble hélice de ADN que almacena y transmite nuestra información hereditaria. Tal vez por eso, porque hay algo de lealtad secular al «calvinismo» entre mis antepasados, no tener pelo, es decir, ser calvo, no sea para mí motivo de trauma ni complejo. Recuerdo cómo, siendo un estudiante Erasmus de 20 años, aterricé en Helsinki donde la densidad de rubias despampanantes era casi tan llamativamente alta como la de latinos tirándoles los tejos. Allí conocí a un polaco llamado Marcin Wójcik. Bajito, macizo, feucho, inteligentísimo, divertido y completamente calvo que ligaba más que nadie. Fue toda una revelación: me afeité la cabeza para desmitificar mi tragedia capilar en ciernes y ver el aspecto que me prometía el futuro. Y no se acabó el mundo. Muy al contrario. El filósofo Sinesio de Cirene ya ironizaba en su obra «Elogio de la calvicie» que la alopecia es un rasgo humano que nos aleja de los animales, y que es frecuente en sabios, profetas, soldados y maestros. No está solo Sinesio. También Francisco de Quevedo vindicaba la cabeza sin pelambre: «Pelo fue aquí, en donde calavero/ calva no sólo limpia, sino hidalga/ háseme vuelto la cabeza nalga/ antes greguescos pide que sombrero». No deja de tener su gracia que, siendo los españoles habitantes del país del mundo con mayor ratio de calvicie per cápita, abunden en nuestro idioma expresiones que martirizan la alopecia: «te vas a quedar calvo de tanto pensar…», «se te va a caer el pelo...» o «…así te luce el pelo».

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