La advertencia francesa
Llevar las utopías a las cuentas supone un autoengaño que únicamente retrasa la llegada del pago de la cuenta pendiente
Los últimos sucesos políticos en Francia obligan a reflexionar sobre la situación del país vecino y la lección que debemos extraer los españoles. En la ... república gala los gobiernos duran apenas unos meses y la situación económica y política presenta una gran inestabilidad. El problema de fondo es el crecimiento de la deuda pública sin tasa ni freno, al que se suman las exigencias de más estado del bienestar, menos horas de trabajo y salarios más elevados. En esa situación colisionan dos planteamientos: Seguir con una política de más incrementos salariales, recortes en las horas de trabajo y un reforzamiento de las ayudas sociales o, por el contrario, iniciar una senda hacia recortes en el gasto público, contención salarial y una política de austeridad, que equilibre los ingresos y los gastos, para no disparar la deuda pública.
El primer ministro francés, François Bayro, presentó un programa de austeridad que incluía congelación de las pensiones, dos días festivos menos, recortes en diferentes partidas presupuestarias, etc. que ha sido rechazado de plano, tanto por la extrema izquierda como por la extrema derecha. La república francesa avanza hacia ese territorio proceloso en el que no sea posible obtener más préstamos y se produzca una crisis de enorme impacto, al no poder atender los gastos más esenciales, como los salarios de los funcionarios, el pago de las pensiones o determinadas ayudas sociales.
España transita la misma senda que Francia, con un creciente déficit, que se acumula año tras año, sin que exista ni siquiera la intención de reducir esa deuda que se engorda continuamente. En estas semanas, el Gobierno de Cantabria elabora los presupuestos generales para el año 2026 y en esas cuentas existen dos grandes partidas: Sanidad y Educación que suponen una parte sustancial del gasto global. La tercera partida más importante es la referida a la deuda. Cantabria, como el resto de las regiones y el propio estado español, destina cada ejercicio una cantidad muy significativa a para atender los intereses del dinero que ha pedido prestado, bien al propio estado o a entidades financieras.
Esa carga anual supone una reducción del dinero disponible para mantenimiento de infraestructuras, ayudas sociales, planes de transformación del comercio o la industria, etc. La deuda solamente puede tener un estallido final, bien por un incremento de los tipos de interés o porque su volumen ponga en riesgo la capacidad de pago y, en consecuencia, las entidades financieras eleven mucho los tipos de interés para compensar el riesgo de impago.
Lo que sucede en Francia, con el precedente de Grecia que tuvo que ser intervenida y los griegos padecieron severas reducciones en sus servicios básicos e incluso el 'corralito', es un serio aviso para España: seguir gastando como si el crédito fuera ilimitado no es más que una ensoñación. Para evitar situaciones de verdadera emergencia es mucho más sensato frenar gradualmente el gasto de forma que la diferencia con los ingresos llegue al equilibro o a una deuda asumible.
No es necesario reducir de manera severa servicios públicos como la sanidad o la educación, pero sí revisar otras muchas partidas en las que es posible equilibrar los gastos con los ingresos. Por el momento, el flujo turístico, en ascenso vertiginoso, evita la catástrofe, pero una desaceleración de ese sector o un cambio de destinos o costumbres bastaría para poner contra las cuerdas a la economía nacional.
El primer ministro galo, recién dimitido tras perder la moción de confianza, dijo que el parlamento podía rechazar su plan de austeridad, pero que no tenía ningún poder para eliminar la deuda. Los hechos son tozudos y no es posible amoldar las matemáticas a los debates políticos.
España, y Cantabria en particular, afrontan un reto difícil de superar: reducir el absentismo laboral, aumentar la productividad, eliminar gastos superfluos, impulsar la ciencia y eliminar trabas burocráticas a los ciudadanos. Mantener la elaboración del proyecto de cuentas públicas para el próximo año, sin una revisión a fondo de las diferentes partidas y estudiar recortes que no afecten a los elementos esenciales del estado del bienestar, es un empeño condenado al fracaso. Llevar las utopías a las cuentas supone un autoengaño que únicamente retrasa la llegada del pago de la cuenta pendiente. Podemos seguir viviendo sin mirar al futuro, pero resultará más dolorosa la factura cuando no sea posible seguir viviendo del crédito.
Adelantar medidas paulatinas es la forma de evitar el frenazo brusco y destructivo. Una senda de aterrizaje suave, que acerque el gasto a los ingresos, es la manera más sensata de prevenir situaciones de excepción.
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