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La línea blanca y el carbono 14

Viernes, 17 de octubre 2025, 07:16

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Llego tarde a Valdecilla. Me siento como el conejo de Alicia en el país de las maravillas. «I'm late, I'm late, I'm ... late», me digo, para hacerme más amena la angustia. Voy, como un hámster por su rueda, por el mismo camino de siempre. Al arribar, me encuentro con que hay obras y no puedo acceder al pabellón 20 donde estoy citado, pabellón que estoy viendo justo al otro lado de la inmensa zanja que nos separa. Qué impotencia, como si, hambriento, viera una chocolatina deseada al otro lado de un expositor sin dinero en metálico. Qué mala suerte. Pregunto –que a mí eso de preguntar no me hace menos hombre–, y una mujer me dice amablemente que acceda por otra entrada, que se encuentra en la parte norte del hospital, y que, una vez dentro, busque la línea blanca que hay en el suelo y que la siga, que me llevará a mi destino. Le doy las gracias rápidamente y reinicio mi marcha, que no estoy yo para despilfarrar segundos. Entro en el hospital, busco la línea blanca y, como si fuera un tren en su vía, avanzo con celeridad. Un pasillo, otro, un giro a la izquierda, otro a la derecha, atravieso pabellones por doquier, escaleras…

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