El mejor amigo del hombre
Y de la mujer, pero no de los medios de transporte público de algunas ciudades, pocas ya, como es mi ciudad de Santander. Pienso que ... esta limitación administrativa se debe, o bien a inercias de tiempos pasados, o bien a una carencia de empatía administrativa con las personas que viajan con animales que pueden llegar a ser más importantes que muchas personas.
Es obvio que la relación entre perro y persona ha cambiado en los últimos cien años en los que hemos transitado desde el mundo rural al urbano. Hoy, los perros, las mascotas, 'sirven' como compañía, como ser vivo al que dar vida. Antes, en los pueblos, era un útil, una herramienta para el cuidado del ganado y de las propiedades. Por este motivo no se entiende la incomprensión de nuestros gobernantes municipales al no modificar unas leyes de otros tiempos. Espero que no sean ellos, también, de esos mismos tiempos.
En la mayor parte de las ciudades españolas está reglamentado el modo y manera en que un perro de compañía puede entrar, con su dueño, en un medio de transporte público. Ha de tener un peso y unas dimensiones determinadas y debe viajar en transportín o en brazos de la persona. De media se suele permitir la compañía de un perro de no más de 10 kilos de peso.
No podría ahora reflejar los cientos de estudios que existen a nivel internacional sobre los beneficios del cuidado de una mascota, de las que el perro es la reina. Favorece el desarrollo emocional de los niños, beneficia a las personas mayores con el nido vacío (hijos fuera de casa), facilita la responsabilidad por el cuidado de un ser vivo (salvo en las personas despersonalizadas, es un instinto natural el de dar vida y facilitarla).
Todos los que tenemos una mascota, con la ley en la mano, debemos responsabilizarnos de ella (vacunas, bozales, correas, transportines, etc.) y si esa responsabilidad es firme ¿qué impide que uno pueda entrar en un autobús, en un metro, en un avión o en un restaurante acompañado de su mascota debidamente controlada?
Es cierto que hay perros que pueden molestar por sus ladridos, movimientos impredecibles, etc. Pero hay muchos que no molestan y que perfectamente pueden ser desplazados en cualquier medio de transporte sin incomodidades para el resto de las personas.
Sin duda el respeto y la buena convivencia es esencial en la vida en comunidad, pero ese respeto también incluye poder desenvolverse y moverse uno libremente por su ciudad en compañía de su mascota. Ciudades como Bilbao, Madrid o Barcelona así lo permiten.
Espero que en Santander y en esas otras ciudades marginales, se pongan las pilas para permitir, con delimitaciones, lo que nunca se debiera haber prohibido.
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