Hay algo inquietante cuando termina el año, como si todo aquello que queríamos haber hecho se nos plantara delante con la elocuencia de una pila ... de platos sucios acumulados. Sin embargo, a todos nos gusta estrenar calendario porque nos hace creer en que algo puede cambiar también en nosotros, como si una disciplina renacida fuera a venir a socorrernos de nuestra indolencia. Así que ahora que estamos a punto de despedir 2022, deseo que el nuevo año nos traiga esa bendita capacidad de no dejar pasar las cosas, ya sea para ejecutar todo el presupuesto municipal o cubrir las plazas vacantes de médicos, o para que el que quiera dejar de fumar se enfrente a hacerlo, o el que quiera llamar más veces a una madre que vive lejos y sola, lo haga, o para que lleven más flores a Ciriego los que añoran a sus muertos.
Además de buenos propósitos, a estas alturas del año cada uno acumula todo aquello que quería hacer y no ha hecho, pero como sociedad acumulamos algo mucho peor que deseos incumplidos. Acumulamos muertas. Acumulamos cuatro asesinatos en un día: ayer. Acumulamos denuncias y este mes de diciembre la mitad de las víctimas había denunciado. Acumulamos días internacionales cada 25 de noviembre para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se sigue viendo como un problema de las mujeres en vez de un problema de toda la sociedad. Acumulamos mensajes que ponen sesgo ideológico a la muerte aunque no admita debate porque la muerte es una dictadura. Acumulamos sangre debajo de las uñas, la de aquellas que pelearon para defenderse de su agresor, a veces sin lograrlo. Cuando laven la pila de platos esta Nochevieja, piensen en ellas. Mójense. Porque también acumulamos rabia, y la rabia cambia más cosas que los buenos propósitos.
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