Monotonía
Salir del aburrimiento no tiene que suponer sumergirse forzado en el gozo o la alegría, y la diversión nunca puede ser un objetivo en sí misma
Existen numerosos abismos que los podemos percibir muy cerca a lo largo de nuestras vidas. Son precipicios de caída libre que, ¡ay de quien se ... meta de cabeza en ellos! Generalmente no existe retorno. Aparecen también dificultades menos agresoras que la persona, la pareja o el colectivo deben de abordar o resolver durante nuestro caminar.
Una de ellas es la monotonía, que si existe, siempre participa activa y funesta en nuestros sueños no realizados y en el fracaso sobrevenido. Caer en ella hace daño, mucho daño si permanece, con la pequeña ventaja de que se puede salir si se detecta, pero también la gran desventaja de no reconocerla muchas veces cuando estamos inmersos en ella. No es rutina, es mucho más.
El tiempo en la monotonía debería de tener otra forma de medirse y descontarse, habría que restarlo del tiempo de que disponemos. Es tiempo perdido, lamentablemente perdido, por ello es tan decisivo reconocer que estamos entregados en esa desgraciada actitud y combatirla de inmediato.
No hay que pedir imposibles y un algo de monotonía siempre debe de existir en nuestras vidas para hacerlas más completas
Los cambios pueden corregir la monotonía y el aburrimiento. Aunque el tiempo esté ya inexorablemente perdido, la actitud es recuperable y deberemos de buscar desbocadamente de nuevo la verdad, la bondad y la belleza, reformuladas cuando en ese periodo se sufre atrapado por el escepticismo y el relativismo.
Hoy existen a nuestro alrededor elementos facilitadores de lo monótono por comportamientos fijos y temerosos ante la pandemia vírica que nos acosa, que es una maquinaria perfecta para instalarnos en el aburrimiento, en la soledad y en la desesperación. Si nuestra vida la lidera un virus, por muy endemoniado que sea, tendremos que buscar otros caminos de liderazgo que nos faciliten el salto hacia rutas de convivencia con otro horizonte de posibilidades.
Si hablamos de nuevos liderazgos, viene a mi pensar la figura de Howard Gardner, destacado psicólogo norteamericano, por cierto Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2011, que describe siete tipos de inteligencia, que posteriormente amplió a nueve en su obra 'Estructuras de la mente', en la que defendió lo que él llamó «inteligencias múltiples». Explicaba que uno puede ser muy inteligente en un área y ser torpón en la absorción del conocimiento en otras, siendo muy difícil y exclusivo demostrarlo en todas. Pero explicaba que se sale de la monotonía potenciando cualquiera de ellas, la mejor dotada, y reforzándola con conocimiento y actividades.
Uno de esos refugios inteligentes de nuestra mente debe de ser conscientemente buscado para darle un espadazo a la monotonía y, a través de nuestra mejor potencial cualidad, destacar/liderar y salir de la desesperación.
Por cierto, salir del aburrimiento no tiene que suponer sumergirse forzado en el gozo o la alegría, y la diversión nunca puede ser un objetivo en sí misma. Existe un camino intermedio, sin embargo, lubricado y accesible para cualquiera, que hoy se facilita con medios audiovisuales y nuevas tecnologías a nuestro alcance, que es lo que llamamos usualmente distracción. El distraerse es útil pero sin liderazgo, sin saber lo que uno quiere, cómo lo quiere y para lo que está dotado, es estéril y sólo es útil si no se busca y aparece como algo circunstancial.
Escuché a Gardner en su momento con gran atención. Recuerdo a la perfección, a pesar del tiempo transcurrido, el espléndido discurso que pronunció en la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias. Es este un acto sociocultural anual que procuro no perderme y no solo por ser uno de los pocos que conservamos de afirmación dinástica de la Monarquía, sino porque siempre son brillantes los discursos de las figuras mundiales destacadas de la cultura, el deporte y las ciencias, que aprovechamos además para disfrutar de unos minutos adornados siempre por el sonido bello y lleno de nostalgia de la gaita. Suele ser un acto brillante y organizado, aunque como siempre, con lo mejor de nuestras cosas su celebración anual no está exenta de polémica.
Me gustaría finalizar esta entelequia de hablar de la monotonía y el aburrimiento tratando de no ser monótono/aburrido haciendo un dibujo de pincelada corta y actitud realista que decían los modernistas de Barcelona: Los científicos afirman que las plantas crecen mejor si se les habla..., pero ¿quién sabe decir «buenos días» en geranio? No hay que pedir imposibles y un algo de monotonía siempre debe de existir en nuestras vidas para hacerlas más completas.
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