Los orígenes del precio de la energía eléctrica
La oposición vecinal, amparada por todos los partidos políticos, está frenando en nuestra comunidad el desarrollo de la energía eólica
En los medios de comunicación se habla, sin pausa, de la exagerada subida del precio de la luz, sinécdoque para referirse al disparatado coste de ... la energía eléctrica. Si solamente se encareciera el coste de la luz, el asunto podría ser asumible, pero la electricidad es ingrediente imprescindible en la mayor parte de los procesos industriales, comerciales, de transportes, etc. No está Europa en general, y España en particular, ante un problema grave, sino que se enfrenta a un reto a corto y medio plazo tan importante como el de garantizar que su propia supervivencia y que su independencia no quede en manos de potencias extranjeras.
La forma más sencilla y elemental de evitar que la factura de la luz ponga en riesgo el presupuesto de millones de familias españolas es la de reducir los impuestos, tasas y gabelas que se acumulan en el recibo energético. Grosso modo, la mitad del recibo se compone de impuestos. Esa solución es viable a corto plazo, pero el fondo del asunto es otro: la incapacidad de Europa para autoabastecerse con fuentes propias de energía y la consiguiente dependencia del extranjero. A la debilidad energética europea se suma ahora la lucha contra el cambio climático, que obliga a pagar millones de euros a las compañías por la emisión de gases de efecto invernadero.
Los países de la UE se enfrentan a un reto esencial: lograr su independencia energética, elemento clave para mantener un sistema de bienestar avanzado y poder competir con las grandes potencias como EE UU, China y Rusia. Mientras en China las centrales de producción eléctrica a base de carbón siguen activas, con un elevado perjuicio para los niveles de CO2, en Europa se han cerrado casi todas. Países como Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, China... mantienen un parque de centrales nucleares importante, otros como España han cancelado cualquier nuevo proyecto en este ámbito y han comenzado a cerrar las nucleares más antiguas, fijando fechas de caducidad para todas.
La esperanza sigue residiendo en las formas de generación sin combustible: los aerogeneradores, las placas fotovoltaicas y las centrales hidroeléctricas. Estas tecnologías están muy avanzadas y en España se ha realizado un esfuerzo importante por implantarlas, pero siempre será preciso contar con plantas de generación mediante carbón, gas, agua, fuel o nuclear como elementos de regulación, ya que las renovables no garantizan de manera constante el abastecimiento.
En Cantabria la situación es paradójica: cuando los partidos políticos, sindicatos, empresas, colectivos ecologistas, etc. se pronuncian sobre la necesidad de ampliar la generación eléctrica sin quemar combustible existe unanimidad... pero cuando se pasa de las palabras a los hechos la oposición a las centrales nucleares es radical, no hay manera de aprobar la ubicación de ningún parque de aerogeneradores y hablar de nuevas presas es pecado mortal. La oposición vecinal, amparada por todos los partidos políticos, está frenando en nuestra comunidad el desarrollo de la energía eólica. Es probable que cuando se pretenda construir un parque de energía solar de mediano tamaño la oposición sea idéntica y con el mismo argumento: se degrada el paisaje, se pone en peligro a las aves y otros animales, se destrozan los montes para construir accesos a los molinos o las placas fotovoltáicas...
Una constante en el avance de la humanidad ha sido la necesidad de elegir entre el mal mayor y el que menor impacto produzca. Ahora estamos abocados a elegir si queremos una energía con un coste asumible o si pagamos muy cara la energía a cambio de mantener intactos algunos montes y preservamos determinados paisajes.
La electrificación avanza ya que se intenta descarbonizar el planeta y es preciso prever que el avance del uso de coches eléctricos conduzca a un incremento importante en el consumo de esa energía. Lo que ahorremos en diésel o gasolina lo compensaremos con más demanda eléctrica para alimentar las baterías de los automóviles. Los habitantes de las naciones desarrolladas están en la disyuntiva de elegir si optan por retroceder en los niveles de bienestar, libertad e impulso económico o si prefieren regresar a situaciones y modos de vida de hace décadas. El debate sobre el futuro energético debe producirse con transparencia y explicar que, en el presente, las fuentes de energía limpias son más caras que las contaminantes y que debemos asumir ese coste. La reducción de impuestos es una buena medida a corto plazo, pero ese descenso en la recaudación se compensará con otros gravámenes o con un recorte en prestaciones y servicios. Los españoles tenemos que adoptar una decisión sobre nuestro nivel de independencia energética y evaluar los costes de los diferentes modelos.
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