¿Por qué me pasa lo que me pasa?
Mientras no sepamos la causa de nuestros males, no podremos reparar lo que un día nos perjudicó
Imagina que al nacer fueras como una pequeña barca que alguien deposita en el mar. Con el paso de los años la barca va rozando ... con la arena, con las rocas, con restos de otros barcos; la quilla, en cierto sentido, se va desgastando, la hélice se golpea, el motor se desgasta y un buen día decimos: me duele navegar, pero no entiendo por qué. Aparentemente mi barca está bien, sólo algunos crujidos de la madera, en donde me acomodo parece estar igual que siempre, pero no es así; últimamente me siento incómodo en mi barca y me pregunto ¿por qué le pasa lo que le pasa a mi barca?
Es posible que sigamos navegando sin darnos cuenta de que, poco a poco, vamos acercándonos al abismo de un posible hundimiento; no parecemos tan estables como antes; las aguas se nos presentan amenazadoras. Para evitar estos hundimientos hay dos recomendaciones muy pertinentes. Una es la de que alguien te ayude a varar la barca para poder ver todos los daños, si así fuera, que haya podido sufrir a lo largo del tiempo. Como poco podremos entender el sentido de algunos arañazos, pequeños golpes, alguna deformación en la hélice o pérdida de aceite en el motor. Si no es muy grave, podremos volver directamente al mar, de nuevo, pero, cuando menos, sabremos el motivo de porqué ya no navegamos con la soltura de antes. Y en otros muchos casos, dependiendo de la gravedad de los daños, será recomendable acudir a un buen astillero para que nos reparen, cambien algunas maderas, revisen el motor y nos den unas buenas manos de pintura para que la sal de la vida del mar no nos dañe con tanta intensidad.
La esencia de lo que quiero transmitir es que, aunque la barca parezca estar en buenas condiciones, toda la parte que roza con el mar, la parte más sensible, la que no vemos, está afectada, en mayor o menor medida y, a pesar de saber que algo no funciona correctamente, seguimos agarrados a la apariencia exterior, la que vemos. Para evitar el desastre debemos ser capaces de meter la cabeza debajo del agua para ver nuestra propia realidad o dejar que manos expertas leven la barca para ver lo que la supuesta realidad oculta.
Pues bien, esta analogía nos sirve para identificar nuestra propia realidad como personas; mientras no sepamos la causa de nuestros males, aflicciones e insatisfacciones, no podremos reparar lo que el pasado, en momentos incluso ya olvidados, un día nos perjudicó. Todas las heridas no visibles a nuestros ojos no podrán ser saneadas mientras no sean evidenciadas y sepamos por qué nos pasa lo que nos pasa.
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