¿Personas o cosas?
De todo lo que nos impregnamos vamos transmitiéndolo de padres a hijos
Quizá el titular pueda resultar confuso, pero que quede claro que no es una opción, no hay que elegir. Más bien de lo que quiero ... hablar es de cómo la educación que hemos recibido, sobre todo en función de si la carga afectiva o la nutritiva fue la que preponderó en nuestra infancia, ha podido condicionar la importancia relativa que asignemos a una 'cosa' u otra.
Ahora bien, hemos de partir de un hecho incuestionable y es que toda persona en su sano juicio dará preponderancia a las personas sobre las cosas; si esto no sucediera es que hay algún tipo de tara o de sicopatía que lo impida. Dicho esto, voy a tratar de desentrañar un comportamiento que, en muchas ocasiones, queda bastante solapado y es difícil percibirlo. Muchos de nosotros fuimos educados por padres que pasaron muchas carencias en la Guerra Civil y en la posguerra. Padres que pasaron penurias para comer o vestir, para lo mínimo imprescindible y que en la crianza de sus hijos dieron mucha más importancia al aspecto 'nutritivo' de su educación que a la educación emocional, a los sentimientos, al contacto físico de besos y abrazos, a las muestras afectivas. Para ellos lo realmente importante era satisfacer esas carencias físicas, que ellos padecieron y que están en la base del mínimo vital. Mientras que otros padres, por ausencia de esas carencias o por otras razones diversas, además de cubrir ese mínimo vital, dieron importancia el mundo emocional de sus hijos y expresaron con plenitud todos los sentimientos de afecto que todos necesitamos, más aún en nuestra más tierna infancia. Como consecuencia de todo ello hemos recibido una herencia en vida que ha condicionado la nuestra. Si nuestros progenitores se centraron sólo en nuestras necesidades físicas, habremos enfocado nuestra vida con valores centrados en el logro profesional, en tener todas las necesidades cubiertas, en que para ser pleno o feliz hemos de procurarnos un entorno material satisfactorio. Esta educación es muy acertada, sobre todo si está basada en la cultura del esfuerzo, pero sólo de pan no vive el hombre y también necesitamos motivación, emociones positivas, sensación de cercanía, afecto físico y emocional, abrazos, besos y toda expresión de cariño que nos haga sentirnos, por encima de todo, que somos queridos. El inconveniente de esta opción dual es que la tendencia continuará siendo así durante muchas generaciones, por una sencilla razón: porque de todo lo que nos impregnamos vamos transmitiéndolo de padres a hijos y si bien la riqueza, si se tiene, se puede heredar o bien se puede conseguir en vida, los afectos, si no los has recibido es muy difícil conseguirlos por otros medios y, si nada lo remedia, trataremos de conseguirlos por la vía de las adicciones con satisfacciones momentáneas. Con todo mi afecto.
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