La trampa del escalón

Me dice uno de los asiduos asistentes que esa sala de prensa es la mejor de Cantabria. Y el otro día tuve ocasión de conocerla durante una convocatoria de Zuloaga. La verdad es que el lujo de la pantalla luminosa, los micrófonos, las conexiones, la comodidad para grabar y para escribir facilitan la labor de los periodistas. Fue una de las últimas intervenciones del vicepresidente, así que, al terminar, con la sonrisa en los labios, fue despidiéndose, anunciando su nueva labor de «jefe de la oposición». La verdad es que a pesar de su derrota en las elecciones y de que gran parte de su equipo se queda sin trabajo, la sonrisa parecía sincera. Acaso esté alegre porque al fin consiguió tener más rango que Revilla, pensé.

Con esa maliciosa reflexión recogí mis cosas y me levanté para marcharme. Zuloaga me alargó la mano mientras me dirigía a la salida. Se la estreché y quise hacer lo mismo con el alcalde que le acompañaba. Pero tropecé y caí de bruces mientras una nube de autoridades y compañeros me agarraba para levantarme. ¡Qué batacazo! Mi brazo, improvisado tren de aterrizaje, se abrasó con la moqueta. El ridículo impidió darme cuenta del dolor en el hombro que aún mantengo. Fue cuando descubrí que con escalones camuflados la sala 30 años no puede ser la mejor de Cantabria. ¿O ahora van a hacerse con trampas para los periodistas?