Sexto sentido: luminoso
Hay personas que gracias a ese sexto sentido al fin han/hemos comprendido que el equipaje último, el de irse, no se lleva euros ni fantasía
A menudo, al finalizar la jornada y en la revisión de los consiguientes avatares del día, con el ánimo cansado, además del cuerpo, se producen ... en algunas personas y hacia dentro lamentos en voz alta, que se expresan de forma injusta cuando algo no sale a conveniencia. Les lleva a pensar continuamente en lo complicado que es para ellos 'tirar de la vida' olvidándose de lo que tienen. Se trata sin duda de individuos pesimistas.
«Pero, no deja de ser su hora del día de la verdad», afirma con ánimo torero y poco original mi amigo Jim. «Es cuando al cabo del día uno está ahí, solo ante uno mismo», añade filosófico y más afinado. Jim es de esos amigos comprensivos, de los de verdad, no de 'chiquiminiqui' sino de los de tiempos lejanos inolvidables, que además posee una cualidad inestimable: habla poco y sentencia mucho, «al final del día y al final de la enfermedad definitiva, el hombre siempre está solo y resuelve», añade (y la mujer, añado yo, no vaya a ser...) Naturalmente pertenece Jim al grupo de los optimistas y porque por fortuna para él, no padeció nunca 'una enfermedad definitiva a resolver'.
Es que la verdad sea dicha, no es todo siempre optimismo/pesimismo o claroscuros. «No todo son retratos» (Rembrandt).
De todas formas, al que suscribe, yo mismo, le gustaría contar y hacerse entender en estas mis letras aplicando mitad filosofía (como Jim) mitad literatura, algo de política y bastante de historia para explicarlo bien dado que existen una serie de gentes que ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario. Me explico: muchas veces existen personas, pocas, que han/hemos padecido y superado la fuerte experiencia de una enfermedad de extrema gravedad (covid-19 o no) de las que podríamos llamar de 'etiqueta celeste', de las que te vas o te quedas, que pudo costarles la vida y que les dejó, como es fácil comprender huella indeleble, con sus correspondientes mensajes psíquicos que desde ese momento deben de manejarse siempre bien apretados al sentimiento.
A esa gente, que no son tantos, la Providencia o si prefieren, la intuición, les concede un sexto sentido que podríamos llamar LUMINOSO tal como si reventaran de luz los cristales del Palacio del Retiro en los 80, del Guggenheim a principios de siglo o de nuestro Centro Botín hoy día.
Lo han pasado muy mal, pero están en el ejercicio maravilloso de saber apreciar las cosas, de saber gozar con las que de verdad importan y de ser capaces de renunciar a aquellas otras de pequeño recorrido que por regla general importan menos o definitivamente no importan y que casi siempre coinciden con lo material y el dinerito.
Es que, gracias a ese sexto sentido, al fin han/hemos comprendido que el equipaje último, el de irse -«si queréis irse» (Lola Flores)- no se lleva euros ni fantasía. Se transportan otras cosas más cercanas y ligadas a su propio ser (alma creyente) entendida esta percepción como algo religioso o no, se sea creyente o no, pero siempre ligadas a su propia vida o a sus individuales creencias.
Ya no vale en ese momento el aforismo cómodo de «mientras dure la vida sigamos con el cuento» y se valora menos el ser: divertido, listo, sutil y no poco frívolo; y tampoco mucho el ser: lúcido, escéptico, socarrón, melancólico en extremo o un tanto ácrata.
Es que han descubierto claramente que sin amor y sin principios el mundo es un noble paisaje a oscuras y entonces hacen falta otras cualidades que han de ser valoradas.
Entre esas cualidades adquiridas tras el trago superado existen tres apreciadas, no siempre bien entendidas, que son de aplicación inmediata: a) Aguantar lo que uno quiere hasta donde uno quiere. b) Soportar a quien uno quiere hasta donde uno quiere. c) Decir lo que uno quiere, como quiere y donde uno quiere.
Se trata de tres caminos de revitalización imprescindibles que representan para ellos/nosotros, algo tan elemental y tan en desuso como la SINCERIDAD que lleva aparejada la verdad en la que uno cree y eso defenderlo «a tope» hasta el final.
«Alatriste estudió con precaución la sólida sombra que tenía enfrente: ¿llevas pistolas?», preguntó. «Da igual lo que lleve», le respondieron. «Esto es asunto de espada, esto es asunto de honor» (Alatriste, El caballero del jubón amarillo. Pérez Reverte).
Es que, en los asuntos de honor, en los de espada, en los de patriotismo (de corazón espinado), en los de defensa de la vida y en general en los que afectan al derecho Natural o a los valores morales, no se consensua, no se pacta, no se convenia, no se politiquea ¡sólo se defiende!
Les expondré entonces algunos ejemplos (una docena) de sexto sentido luminoso en espera de que todos se animen a expresar las suyas «mis verdades»:
1. Lo que son niños con hambre, ni un día más.
2. Lo que es trastendente, seleccionarlo y vivirlo.
3. Lo que es prescindible, seleccionarlo y no vivirlo.
4. Lo que es cobarde, recriminarlo y denunciarlo.
5. Lo que es Hispanidad, orgullo y orgullo.
6. Lo que son indultos a sediciosos, insultante y vergonzoso.
7. Lo que son escraches, ¡no! para todos.
8. Lo que es equidistancia, inadmisible e insufrible.
9. Lo que es subvención, la justa y necesaria porque adormece.
10. Lo que es corrupción, devolver, devolver y ley inexorable.
11. Lo que es gobierno aquí o allá, exigirle, y, si no cumple, botarlo (con b).
12. Lo que es rey (sólo el de ahora), ¡bendito sea Dios!
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