Huellas del Nansa
Los caminos que esculpe el río son fáciles de recorrer por la información surgida, desde el último tercio del siglo XIX, en la casona de Tudanca
«Caminos de la Montaña / de memoria os aprendí / a ojos ciegas quise andaros / y en vosotros me perdí». De niño memoricé este comienzo del ... poema de Amós de Escalante 'En la Montaña' y al no poder seguir recorriendo los caminos, en ocasiones, disfruto buscando en los libros huellas de los que nos trasmitieron su impresión, su admiración o su sorpresa, al conocerlos. Los caminos del Nansa son fáciles de recorrer de esta manera por la información surgida, desde el último tercio del siglo XIX, de la casona de Tudanca, de sus moradores y de sus visitantes. La geografía de los valles ha facilitado que un territorio con gran riqueza natural, paisajes bellísimos, rico patrimonio arquitectónico y cultural, con recursos turísticos, cuevas prehistóricas como Chufín y con la riqueza geológica de El Soplao, haya conservado tradiciones y costumbres seculares.
Todo empezó peñas arriba. Aunque Pereda había conocido los valles del Nansa y Liébana en su viaje electoral en 1871, veinte años después, antes de comenzar escribir Peñas Arriba, quiso visitar, acompañado por el costumbrista campurriano Duque y Merino, el territorio donde deseaba describir, según Cossío, «la topografía social del valle de Tudanca que se propuso por modelo». Saliendo de Soto, cruzando el puerto de Sejos, una densa niebla les hizo desistir del proyecto. Con los informes de su primo Domingo Cuevas, conocedor de la vida y costumbres del valle y amigo de la familia Cuesta, propietaria de La Casona, comenzó Pereda Peñas Arriba. «Pocos días después, en cuanto me dejaron solo, me arrimé al trabajo de las cuartillas, y así continúo, amarrado a él, como burro a la noria (…) Estoy de peñas hasta la coronilla».
José María de Cossío, aunque nacido en Valladolid, después de haber estudiado Derecho en Valladolid y Filosofía en Salamanca, decidió hacer de la casona de sus mayores, en Tudanca, un refugio de descanso y en el lugar que el describió «en lo menos accesible de la Montaña, en esta región misteriosa que ensordece el Nansa, y asombran los picos más altos de la cordillera»», abrió generosamente su casa a amigos intelectuales y escritores y por su afán bibliográfico convirtió el escenario de la novela perediana en la extraordinaria Biblioteca-Museo actual, lugar de consulta de las huellas literarias de los amigos de Cossío y, en este caso, paraíso de información con la que recorrer los caminos del Nansa.
Según Cossío, el Nansa, buscando el mar, rompió la barrera que separa los valles de Polaciones y Tudanca, pero fue tan rápido, tan precipitado, que sólo logró un paso tan angosto, que la hoz de Bejo «pide plaza entre las más abruptas y sobrecogedoras del largo catálogo español de desfiladeros y angosturas». En 1923, Unamuno disfrutó 20 días en Tudanca. Llegaron Cossío y su 'maestro', de noche. Don Miguel lo recordó así: «Desde el valle de Polaciones al de Tudanca, ambos en la estrecha cuenca del mismo río, se abre éste paso por la imponente garganta de la hoz de Bejo y fue de soñarla, más que de verla, cuando ya de noche la recorrí a caballo a la luz de la luna llena (…) Parecía aquello la puerta fatídica e imponente del otro mundo. Del otro lado estaba la terrible realidad que pesa y queda y de nuestro lado, el ensueño lunar de la vida que pasa. En el fondo, cantaba a la luna el río Nansa. Los robles y las hayas que vestían las faldas de los riscos se bañaban en la lumbre dulce de la luna, en su lumbre lechosa». Casi todos los componentes de la generación del 27 visitaron Tudanca, Lorca con su Barraca incluida; los escritores cántabros, también.
En la segunda mitad de los años cuarenta se construyeron en el río Nansa, para su aprovechamiento hidráulico, varias presas y centrales eléctricas; la de La Cohilla fue un reto para la ingeniería de la época, pionera en la bóveda moderna y por su altura de 116 metros, la más alta de España. Gerardo Diego, como todos los escritores cántabros visitó Tudanca en numerosas ocasiones. En 1961 publicó 'Mi Santander, mi cuna, mi palabra' y en ella incluyó el poema 'Romance del Nansa' dedicado a José María de Cossío. Es un largo poema en el que poéticamente dice que no le gustan las presas y del que por la falta de espacio sólo puedo incluir unos versos: (…) «no hay otra, no hay un consuelo / para el hombre y su nostalgia / como la queja hecha risa / del río, todo de alma / Así eras tú, río claro / río mozo, río Nansa / así eras tú sin temores / bajo la peña giganta (…) Y cuando el cuello ofrecías / a yugo y puente de tablas / yo te escuchaba tu égloga / desde el balcón de Tudanca (…) Pero una hórrida ortopedia / ha lisiado tu garganta / y vacío de ti mismo / enmudeces por La Lastra (…) Y cuando en la Tina vuelcas / tu viril son de venganza, / tu querella el mar asume, / río mártir, río Nansa» Han pasado más de sesenta años y conviven felizmente el río y las personas que gozan de su cercanía y que nos invitan a visitarlas.
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