Buelna presume de sus genes femeninos
Nace en San Felices una niña con madre, abuela, bisabuela y tatarabuela, una familia que reúne por segunda vez cinco generaciones vivas
Si es inusual tener en un valle una familia con representantes vivos de cinco generaciones, aún más extraño es tener por lo menos dos, ... una de ellas incluso repitiendo experiencia. Abigail Fernández Chamorro y Jonatan Pelayo Hortal han sido padres de Miranda, una niña que tiene tatarabuela, bisabuela, abuela y madre. Las tres últimas ya fueron noticia cuando nació la propia Abigail, porque entonces vivía también su tatarabuela, Generosa Eguren, de nombre y de condición. Un siglo separa ahora a Dominica Águeda (de 98 años) y la recién nacida Miranda.
En febrero también nació en Los Corrales de Buelna un niño especialmente afortunado. Se llama Miguel, es «un sol», por «guapo y bueno», según le definen sus padres, y le esperaban en casa otras tres generaciones anteriores en perfecto estado: abuela, bisabuela y tatarabuela. La línea materna de su madre, Beatriz, es un caso especial. La tatarabuela de Miguel, Raquel, tiene 89 años, la bisabuela, Begoña, 65, la abuela, también Begoña, 43, y la madre, 23. Ahora falta la niña.
En casa de Jonatan y Abigail ya la tienen y también en una familia con cinco generaciones, de Dominica Águeda (98 años) a la recién nacida Miranda. Entre ellas, Aurora, la bisabuela, con 75 años, Blanca, abuela, con 51, y la madre de la criatura, Abigail, que tiene 31 años.
«Es mucha, mucha responsabilidad de por sí, y en una familia así, más, pero que se haya repetido tanta generación viva es toda una alegría»
Abigaíl Fernández - Madre de Miranda
«Cuando nació Abigaíl todavía vivía mi bisabuela Generosa, que también vivió más allá de los 90 años, con lo que hemos repetido esta situación»
Blanca Chamorro - Abuela de Miranda
Todas ellas están encantadas con la llegada de Miranda, un nombre elegido por Abigail para perpetuar, precisamente, a los caballeros de la familia. Porque Miranda era el apellido de su padre, «y así le conocían a mi abuelo, por lo que hemos querido mantener ese nombre con el que nos conocieron en la persona de mi hija». Una gran familia en todos los sentidos.
La madre y la abuela están juntas mientras come la pequeña. «Come y duerme bien, se deja notar alguna vez, pero es muy buena», relata Blanca. Con la boca pequeña reconoce que también tiene sus «ratitos», que a esa edad hay que dejarse ver, aunque la pequeña aun no es consciente de que no lo necesita, porque sin duda es la reina de la casa. Blanca asegura que «una situación así se vive con mucha alegría, porque, al final, la llegada de un niño a una casa es una alegría». A eso se suma que «a todas nos encantan los niños, así que estamos felices».
Su abuela, Dominica, es de Zurita y cuando se casó se fue a vivir a La Montaña, en Torrelavega. Allí nació su madre y también ella, y allí vivieron hasta que Blanca cumplió cuatro años. Entonces se trasladaron a Los Corrales de Buelna, donde vivió hasta que se casó y se fue a vivir a San Felices, municipio en el que nació Abigail, que también ha fijado la vivienda familiar en San Felices. «Cuando nació Abigail todavía vivía mi bisabuela Generosa, que también vivió más allá de los 90 años. Entonces nos hicimos una foto sin saber que la repetiríamos 30 años más tarde».
La historia se repite
La foto se ha repetido, pero no los nombres, bien diferentes todos, hasta la llegada de Miranda, un nombre con historia. «Teníamos muchas ganas de que naciera», dice su madre. La edad de la hoy tatarabuela motivaba esas ganas para que pudiera tenerla en sus brazos, como así ha sido. Durante el embarazo muchos fueron los ojos matriarcales que se posaron en Abigail. No siempre están de guardia abuela, bisabuela y tatarabuela. «Es mucha, mucha responsabilidad de por sí, y en una familia así, más, pero que se haya repetido tanta generación viva es toda una alegría».
En la otra parte, los caballeros «están encantados, se les cae la baba», dicen las mujeres. Especialmente el padre de la criatura. «Mi marido lo lleva muy bien, aprovechamos para mandarles alguna cosilla a unos y otros, pero están todos muy bien». «La vida nos ha cambiado mucho pero ya tenía ganas de entrar en esta etapa, además, la niña es buena y se lleva aún mejor. Con paciencia y tranquilidad, que es lo que toca», expresa Abigail. Es su primera hija «y hay que disfrutarla», dice. «Después, ya veremos».
Lo que no se puede negar en que las mujeres de la familia disfrutan de buenos genes, así que seguro que hay mucha historia aún por escribir.
Como la del pequeño Miguel, confirmación de que el valle de Buelna es buen lugar para familias longevas. Miguel y Miranda comparten, según las respectivas familias, el comer y dormir bien y, desde luego, esos buenos genes del valle, una herencia a la que añaden la amabilidad, simpatía y generosidad de sus padres y madres. Y toda una vida por delante en la que, seguro, más de una vez, tendrán que explicar cómo se vive en una casa con cinco generaciones vivas.
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