Bailes del mundo entre montañas
Un intercambio cultural en las alturas de Pesaguero
Cierre los ojos y póngase en situación. Un pequeño escenario en mitad de una pradería. Con el telón de fondo de valles, bosques y altas ... cumbres. Con la tranquilidad que emana de las montañas. Y desde allí, donde el tiempo parece tener otro ritmo, viajar hasta Oaxaca para aprender la danza de la Flor de Piña, fijarse en los movimientos para ir al ritmo de una vieja canción irlandesa en un pub o tomar notas y saber cómo se baila 'El pericote'. Sin salir del paisaje de Obargo, en Pesaguero. Cosas del verano.
Esto hay que explicarlo. Paloma Pisano, con raíces lebaniegas en Piasca (Cabezón de Liébana), es instructora de danza en el 'Trinity Irish Dance México'. También gestora cultural del movimiento 'Vamos a Crecer Bailando'. Lillian Linares dirige esa institución de Danza Irlandesa en Querétaro y es una experta en distintos tipos de baile. Ambas se desplazaron desde México hasta Camaleño para mezclarse con las alumnas que dirige María Bulnes en el Aula de Cultura Tradicional del Valle de Camaleño. Para aprender las unas de las otras. Las niñas lebaniegas, los pasos de la danza irlandesa y la música mexicana. Y, más tarde, un grupo de alumnas desplazadas desde Querétaro, las canciones tradicionales de Liébana. Y eso, bien trabajado, es lo que enseñaron todas juntas en el prado de Obargo.
Allí se aprendió mucho. Que 'La bruja' es un baile mexicano de zapateado que es una reverencia al lazo que Veracruz tiene con lo sobrenatural. Un cuento de seducción y magia contado a través de danza clásica. A 'La manta' se le conoce también como el 'baile del fandango' y se caracteriza por el ritmo alegre y festivo del 'son jarocho', con movimientos enérgicos y precisos con los pies, al ritmo de la música.
¡Que viva México!
Volvamos a casa. María Bulnes se ocupó de recordar a la panderetera Lines Vejo, de Caloca, «que sigue siendo nuestro referente, ya que al evocarla y recordarla, intentamos dignificar todo lo que nos enseñó y regaló». Mezcla, tradiciones y recuerdos. La torrelaveguense Esther Terán le puso voz a la jornada cantando con dos niñas lebaniegas 'Tengo que ir al molino' –que recuerda el trabajo en el entorno rural, donde el molino fue un punto clave para la subsistencia–, 'Mira cómo se pasea la Guardia Civil por la carretera' o 'Marinerito, ¿cómo no has venido?'.
Mexicanas y locales se unieron para entonar 'Mi tierruca', de Jesús Bedoya, un canto a Liébana. O 'Echa vino, Sara', al son de las panderetas. O bailando el tradicional 'El pericote'.
De América hasta Liébana y de allí, hasta la isla de Irlanda. Las danzas populares del país recordaron las raíces celtas con pasos de Reel, rápidos y enérgicos. De zapatilla blanda, movimientos repetidos y variaciones que se adaptan a diferentes estilos y niveles de baile. Allí se habló (y se bailó) el 'Irish step dancing', se evocaron las fiestas de los bailes 'ceilidh' y se vivió esa magia que impregna todo lo que tiene que ver con las tradiciones.
Una apuesta
«Mi padre, Pepín Pisano, es lebaniego. Fue él quien me inculcó el amor a esta tierra y su gente. Y me inspiró la idea de poder aportar este proyecto del encuentro musical, que supone volver la mirada a nuestras raíces, fomentando el arte y la cultura popular. Han sido dos semanas intensas de trabajo en Liébana, pero regresamos a Querétaro orgullosos de este aprendizaje compartido, de una convivencia hermosa y de haber creado lazos y vínculos para siempre». Lo contaba Paloma Pisano, una de las artífices del encuentro, junto a Lillian Linares. Estaba contenta. Como todas las participantes.
¿Quieren saber cómo acabó la experiencia? Pues con una triple mezcla. La danza de la Flor de Piña de Oaxaca es un baile folclórico vibrante que se caracteriza por sus movimientos elegantes y coordinados. Imitan el crecimiento y la apertura de una piña. Y de ahí, de nuevo, a ese punto de la danza irlandesa y al repaso a los viejos bailes lebaniegos como 'El trepeletré'. Sonó 'Cielito Lindo', claro, con la promesa de repetir el próximo año. De volver a presumir de la unión de culturas diferentes con el vínculo común de la música y danza.
Y todo, en un prado de Pesaguero. Entre las montañas del valle de Liébana.
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