La senda ciclable entre Penagos y Villaescusa, un disfrute sensorial
Atractivo. El trazado de dos kilómetros atraviesa el túnel de Obregón y una pasarela sobre el parque de Cabárceno
Cuando el ingeniero y director de la obra, José María Prieto, se introdujo por primera vez en el túnel de Obregón que luego formaría parte ... de la senda ciclable entre Villaescusa y Penagos, no se creía lo que estaba viendo. Un ganadero de la zona había cerrado completamente la cavidad y metido a sus animales dentro, a modo de estabulación. El pasadizo -ya sin ganadero ni vacas-, de 238 metros, es uno de los atractivos del trazado recién estrenado -todavía no se ha inaugurado oficialmente- que comunica los dos municipios sobre el parque de la naturaleza de Cabárceno. La finalización del tramo supone, a su vez, la culminación de una senda ciclable entre Santander y Ontaneda (Corvera de Toranzo), siguiendo la antigua línea del ferrocarril Santander-Mediterráneo.
El inicio del recorrido, que ha supuesto una inversión de 416.417 euros de la Consejería de Fomento y cuyas obras -a cargo de la empresa Solpavifer- acaban de finalizar, está indicado en un cartel de madera que pone senda ciclable. Al lado, mesas y bancos a modo de merendero y un pequeño aparcabicis. El suelo es de arena, «porque el objetivo es que sea un ciclo turístico enmarcado en este entorno natural», indica el ingeniero. Es decir, que no es una carretera para que circulen bicicletas de competición. La superficie amortigua la pisada. «Es cómodo», comenta Juan Carlos, vecino de Sarón, que viene de hacerse ocho kilómetros andando. La senda que une Villaescusa y Penagos es de aproximadamente dos kilómetros. Dos mil metros de camino, al que se asoman las ramas de los árboles que trenzan la luz. En mitad de la ruta, aparece el túnel y más tarde, una pasarela de acero galvanizado que discurre sobre el parque de Cabárceno y la antigua mina de hierro, que ahora es el centro de recuperación de la fauna.
Atravesar el túnel a las ocho de la tarde a oscuras -todavía no se ha instalado la iluminación- es una experiencia aparte. El pasadizo se desliza en círculo sobre el viandante, que avanza por un espacio de ocho metros de diámetro mientras la luz, a su espalda, se mitiga hasta desaparecer. El aire circula sin piedad entre las bocas del túnel. La voz reverbera entre los muros. En los extremos, «hemos colocado un canal de drenaje formado por losas que evitan la filtración de agua», describe Prieto. Al salir del pasadizo, sorprende de nuevo el fulgor de los árboles y la calidez de la luz. Han sido dos minutos pero el túnel te aparta de la realidad. También porque apenas se ha intervenido en la infraestructura, «con el fin de mantener su configuración original, ya que la piedra se picó a mano».
La senda continua rodeando el parque de la naturaleza y un vallado verde de una altura considerable separa el terreno de los animales del terreno de los humanos y las bicicletas. «Cantur nos puso como condición que valláramos la zona para construir la senda al lado del parque». A la izquierda, el cierre es de madera. La arena que cubre la superficie se desordena bajo los pies y el caminante se acurruca en el paisaje.
Después está la pasarela. La espectacular pasarela de acero galvanizado en caliente que mide 28 metros y pesa 11.000 kilos. «La instalamos con una grúa, al verla sin montar pensábamos que quizá no iba a caber, pero luego encajó perfectamente». La gran estructura con vistas a una de las áreas del parque sobrevuela además, la antigua planta de concentración de mineral de hierro de Obregón de la mina La Orconera. En un panel junto a la plataforma, se contextualiza que la planta «es el principal testigo de la minería de hierro en la Sierra de Cabarga. En ella se recuperaban minúsculas partículas de mineral de hierro. Una vez se almacenaba, el material era transportado por camiones volquetes a lo largo de la vía del antiguo ferrocarril hasta el cargadero de Orconera, en El Astillero». Y de ahí, en buques mercantes hasta los Altos Hornos de Vizcaya.
Unos metros más allá de la flamante pasarela, el final de la senda desemboca en el ecuador de otros recorridos que serpentean la zona y que suman un atractivo más al entorno. «El uso que le queremos dar es recreativo, familiar, porque está muy bien para acercarse a andar en bicicleta con los niños», resume Prieto, que siente la ruta como un poco suya.
Como está enfocada en la circulación de bicicletas, en total se han colocado cuatro aparcabicis a lo largo del trazado. Además, se ha llevado a cabo la plantación de varias especies arbóreas en los aledaños del camino. «Menta, laurel, avellano o castaño, entre otros».
La senda se inaugurará de forma oficial esta semana, pero los vecinos de la zona no han querido esperar y el pasado miércoles, caminaban o pedaleaban por el terreno todavía fresco tras las obras. Entre ellos, algún despistado con la bici de carretera comiéndose el suelo de arena. «No es para bicicletas de competición», decía el ingeniero. Es para uso contemplativo. Un disfrute sensorial al alcance de la mano, gratuito y gratificante.
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