Un paseo por los mercadillos
Variedad. Se puede encontrar de todo revolviendo por los puestos del Mercado Marinero y la Feria de Artesanía, desde ropa, bolsos y bisutería hasta cuencos tibetanos y pulseras milagrosas
Hombre, marinero-marinero... Lo que más se acerca a eso en el mercado que lleva tal nombre, y que se ha instalado en la Alameda ... de Oviedo, es el puesto de la Cocina Económica, que vende alpargatas para ir a la playa, que está al lado del mar. Margarita Varillas, al frente del taller de punto de la institución de las Hijas de la Caridad, es también quien atiende a la clientela que se acerca.
«Hacemos varios talleres solidarios: de cartonaje –cuadernos, cubiletes, álbumes de fotos,...–, de textil –con manteles antimanchas, delantales, alpargatas de todo tipo, bolsas y bolsos–, y el taller de punto, que imparto yo y es nuevo, que hacemos echarpes».
Todo lo que se vende en el stand está hecho por usuarios de la Cocina, gente que va al economato o que acude allí para que le ayuden a encontrar trabajo. «Todo está hecho a mano, son piezas únicas y muy bonitas y, lo mejor, es por una buena causa».
Siguiendo el vago rastro del salitre se llega hasta el quiosco de Quima –quimastudio en internet–, un estudio creativo dedicado a la ilustración y que vende postales y láminas –también calcetines y bolsos– con imágenes de algunos de los lugares más emblemáticos de la región. No faltan la isla de Mouro, el Palacio de La Magdalena, el Faro, la vista de San Vicente con Picos al fondo... Una colección muy completa, original y, lo que es más importante, bien chula. «El estilo de las láminas es 'new vintage', y están inspiradas en la época de los baños de ola, a principios del siglo pasado», explica Marie. «Es dibujo digital por ordenador, inspirado un poco en ese estilo pero con un toque más moderno».
Está ahí con su socia, Lara. Son dos muchachas en evidente buena forma –juegan en el Universitario de Cantabria Rugby Club–, que prácticamente acaban de estrenarse en el negocio. Por dar más detalles, Marie es francesa, estudió Políticas en Toulouse, y después de viajar mucho decidió quedarse a vivir aquí: ella se dedica a la parte de la gestión. Lara es ingeniera de telecomunicaciones reconvertida en diseñadora y fotógrafa: es la artista, y también está a cargo de su web y de las redes sociales.
El puesto de la Cocina Económica ofrece productos confeccionados en los talleres solidarios de la institución
Lo más marinero del mercado con tal nombre son unas alpargatas para la playa y unas láminas del Faro y la isla de Mouro
«Con el confinamiento todo el mundo le dio muchas vueltas a la cabeza, y nosotras también, hasta que dijimos, ¡venga!». «Intentamos cuidar la impresión: la hacemos en Cantabria, es de kilómetro cero. Los calcetines –unos con raqueros, otros con panderetas– fue imposible confeccionarlos aquí: son de algodón orgánico y los hacemos en Burgos. Hay gente que aprecia las cosas hechas en España y el trabajo bien hecho, que ya tiene el chip cambiado. Algunos pasan por delante sin más, pero otros aprecian el tiempo que le echamos a esto y que el producto sea distinto».
Eso, el producto: en el Mercado Marinero pueden encontrarse, además de ropa, bisutería y marroquinería diversa, lámparas como las de Aladino, búhos, elefantes y budas, todo para tener la mejor suerte. También hay guantes depilatorios de silicio, que hacen de esta práctica un trance indoloro y muy indicado para estos tiempos de muslos tersos y lampiños entre los jóvenes de ambos sexos. Un puesto especializado en pulseras detalla en un cartel las propiedades de las piedras utilizadas en cada una de ellas. Así, la amatista está indicada para «cambios, ángeles, salud, transmutación de lo negativo», y el jade amarillo para «riqueza, suerte, salud, tiroides, sabiduría». El producto estrella es la pulsera de la suerte de siete nudos rojos, que promete «protección total». «Lograrás atraer milagros, abundancia, salud y el amparo de una energía inimaginable. Amén».
Espiritualidad
Los interesados en los asuntos espirituales no deben perderse otro puesto, el de ID Artesanal, regentado por la simpatiquísima Isabel, una chica con acento indefinible –es medio catalana y medio mexicana–, que ofrece mercancía llegada de Tíbet y Nepal: joyas de plata, banderines budistas, incienso, malas –algo similar a rosarios–, y cuencos tibetanos, que es la especialidad de la casa. «Mi puesto va de relajación y concentración», aclara, mientras explica con paciencia la utilidad de las cosas, que el periodista pregunta un poco a lo patán, como si estuviera en una ferretería. Las malas ayudan a desestresarse y a armarse de paciencia si se está, por ejemplo, en una cola, solo hay que ir pasando las bolas. El cuenco tibetano requiere más ceremonia, e Isabel consigue extraer de él, con ayuda de una especie de almirez, un sonido intenso y reverberante que aísla a uno de todo el jaleo que le rodea.
Mientras, en El Sardinero, junto al campo del Racing, se encuentra la Feria de Artesanía. Siendo sinceros, buena parte de esa artesanía procede de China, porque hay perritos a pilas, cacharros para hacer pompas, cartas de Pokémon y cosas así. No faltan, ciertamente, los productos de inspiración étnica, como mochilas de alegres colores, camisetas con indios o los inevitables atrapasueños, que han desbancado a los dados de espuma en los retrovisores de los coches.
Luis Alberto Velásquez escucha un canal de radio de su provincia, Imbabura, en Ecuador, a la espera de compradores, mientras su mujer confecciona una pulsera tras otra. Dice que, por fin, este año la cosa va bien: el covid no le dejó trabajar los tres últimos años y fue a ganarse la vida fuera de España. «Tampoco me voy a quejar: gracias a Dios está bien, el tiempo acompaña...». Cuenta que está aquí desde el 98, y que vive en Torrelavega. «Hacemos el verano y a veces nos quedamos hasta Navidades, y luego nos vamos a nuestro país a dar una vuelta cuando se puede. ¡Nosotros también descansamos»!».
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