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Sosa novillada para abrir la Feria de Santiago
La falta de motor de los animales de El Parralejo lastra un festejo en el que Diego Bastos y Bruno Aloi cortan una oreja
La novillada de la Feria de Santiago siempre propone un microcosmos diferente, por sus características y porque suele abrir el ferial. Están los amigos temporales ... de tendido, que se reencuentran después de un año de ausencia, y que este sábado no pudieron evitar hablar del estado del ruedo. Están los 'Maldinis' de la tauromaquia, que toree quien toree aseguran haberle visto de luces antes que nadie en cualquier pueblo de cualquier lugar de la geografía española. Y están los que cogen la feria con tantas ganas que solo quieren aplaudir. Y, todo ello, con tres niños convertidos en hombres prematuros que buscan hacerse hueco en la profesión más bonita y complicada del mundo.
Uno de esos jóvenes adultos se llama Diego Bastos y, cuando inició el paseíllo, ya sabía lo que era tocar pelo en Cuatro Caminos. El sevillano se fue portagayola en una declaración de intenciones, una muestra de voluntad que se encontró con un novillo de gran calidad al que muleteó sin apreturas en una faena de altibajos. El burel pedía algo más que intenciones, aunque tras una estocada paseó la primera oreja de la feria después de ver como la res se resistía a morir y se marchaba al desolladero ovacionada.
La ficha del festejo
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Ganadería. Seis novillos de El Parralejo, de encaste Domecq, cómodos de pitones, faltos de remate, salvo el cuarto y el sexto, y a los que faltó celo y motor en el último tercio. Destacó el primero, con una embestida con clase por ambos pitones. El quinto cabe calificarlo de indigno por su escasa presencia.
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Diego Bastos. Estocada ligeramente desprendida (oreja) y dos pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).
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Bruno Aloi Dos pinchazos, estocada y aviso (ovación con saludos) y estocada de la que sale prendido (oreja).
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'El Mene'. Pinchazo y gran estocada (silencio) y pinchazo y estocada (palmas)
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Incidencias. Plaza de toros de Cuatro Caminos. Media entrada en tarde nublada. Presidió el festejo Manuel Martín, que debutaba en el palco como relevo de Juan Calahorra y otorgó una oreja en su estreno en el coso santanderino.
En el cuarto retornó a la puerta de chiqueros en busca de calentar el ambiente. Una media en el quite y una serie de mano baja por el pitón derecho fueron lo más destacado de un trasteo que volvió a carecer de regularidad ante un novillo de menos a más, con clase y carente del celo necesario para lograr la excelencia. Valiente y confiado a por la puerta grande, un grito a destiempo de un espectador estropeó la suerte suprema y se llevó por delante la opción de oreja y de una salida a hombros que, cierto es, hubiera sido generosa.
La novillada de El Parralejo demostró que la felicidad es efímera y que para que el fuego se mantenga vivo hay que avivarlo de vez en cuando. José Moya creo un hierro puro Jandilla que tuvo su mejor momento durante la década pasada y que ahora no atraviesa su mejor momento. La calidad está, pero falta darle un impulso al motor de unos animales a los que en Santander faltó raza y transmisión, más allá de tener las virtudes de la fijeza y la movilidad y de ser un encierro cómodo de pitones y con falta de remate en algunas reses.
El segundo de la terna era Bruno Aloi, bravo por quieto y que en primer lugar sorteó un animal que, como sus hermanos de la primera parte del festejo, no terminó de romper. Valiente, pero sin encontrar ubicación y distancia, el charro se esforzó en un arrimón final que tuvo como recompensa los saludos después de fallar a estoques.
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El quinto fue el peor presentado, un utrero chico, sin remate y escaso de pitones que hasta provocó que varios aficionados tocaran palmas de tango. Más allá de un variado quite por chicuelinas y tafalleras y un inicio en los medios marcado por la firmeza de pies, el trasteo supuso alargar la agonía de una tarde del mejicano en la que primó el valor y la voluntad sobre las maneras fundamentales. Prendido sin consecuencias al entrar a matar, el entusiasmo del respetable le valió una oreja.
Cerraba el cartel Iker Fernández, 'El Mene', que había toreado por la mañana en Mont de Marsan y que se había estrenado como novillero en Rasines. Su primer oponente se quedó corto ya desde los primeros muletazos y, pese a algún pasaje de calidad y templanza, sobre todo por el izquierdo, la faena no levantó vuelo. El sexto amenazó con desplazarse algo más largo en las telas, aunque fue un pasatiempo efímero pese a que el novillero zaragozano volvió a dejar trazos de alto nivel en caricias con la zocata. Con personalidad y detalles, el diestro dejó los mejores muletazos de una tarde que finalizó con un pinchazo y una estocada que, con el público menos efusivo que en toros anteriores, no se tradujo en algo tangible tras una petición minoritaria. Quizá, para esa hora, alguno ya estaba aburrido de tanto animal sin motor y celo. El fuego hay que avivarlo de vez en cuando.
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