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Los pasajeros usan mascarillas y ocupan la mitad de los asientos del autobús. Daniel Pedriza

«Es imposible no acercarse a nadie al subir al autobús, aunque una vez dentro te separas más»

Santander ·

El transporte público y los pasajeros, ya habituados a las nuevas normas, cumplen con la protección individual y con las distancias

Ángela Casado

Santander

Jueves, 7 de mayo 2020, 07:07

La mascarilla ya es un elemento indispensable para subirse al autobús. Más, incluso, que la tarjeta para pagar el trayecto, ya que el Transporte Urbano de Santander (TUS) es gratuito desde que se decretó el estado de alarma y lo seguirá siendo hasta que finalice. La orden del Gobierno de España que obliga a utilizar este producto sanitario en autobuses y trenes entró en vigor el lunes, una primera jornada donde los pasajeros tuvieron algunas dudas sobre su uso y sobre cómo mantener las distancias dentro del vehículo. Cuestiones que parecen disipadas dos días después. Mientras el lunes algunas líneas iban más llenas de lo que debían y algún usuario se extrañaba del uso de las mascarillas, la jornada de ayer transcurrió de forma mucho más ordenada. Los autobuses apenas tenían pasajeros y los voluntarios de Protección Civil entregaron mascarillas a los pocos que no traían una propia de casa.

En la parada situada delante del Ayuntamiento de Santander, Marimar Hernández cogió ayer la mascarilla que le tendía la voluntaria Susana Arenas. «Me han dado mascarillas todos los días aquí mismo, así que no tengo queja». Viaja cada jornada por motivos laborales y el primer día le pilló la norma por sorpresa. «No me di cuenta de que entraba ya en vigor, menos mal que Protección Civil pudo darme una». El bus que coge habitualmente no suele ir muy saturado, por lo que no tiene problema para mantener la distancia con el resto de los pasajeros. Aunque no todos están contentos con el reparto de mascarillas. «Quería que me dieran más de una, para usar otros días, y me han dicho que no, que una a cada uno», explicó otra mujer en la misma parada.

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En la parada hay sitio suficiente para mantener las distancias y, por lo general, también se puede respetar la norma del 50% del aforo en el interior del vehículo. El momento más delicado es la llegada del autobús y la apertura de sus puertas. Algunos pasajeros salen, otros entran y es difícil no tocar a nadie. «Es imposible no acercarse a los demás al subir al autobús», relata José Lorenzo. «Tienes miedo a perderlo y te acercas más de la cuenta. Una vez dentro te separas más para ocupar la mitad del espacio».

La voluntaria Arenas estuvo ayer repartiendo mascarillas desde las nueve de la mañana hasta las doce. «Creo que la situación está más calmada que en días anteriores», dice. El martes estuvo hasta las diez de la noche. Eso sí, no para ni un segundo. Además de entregarlas, explica a los usuarios cómo desinfectarlas para poder utilizarlas durante varios días. «Pulveriza un poco de lejía con agua y sécala al sol».

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