«Compramos el bar como quien compra una vaca, con un apretón de manos»
Rafaela e Ildefonso protagonizan la historia de una pareja de pasiegos emprendedores que se forjó un futuro a la sombra del Mercado Nacional de Ganados
El Café Bar 'Puchi' de Nueva Ciudad cumple mañana medio siglo al lado de sus dueños, Rafaela Gómez e Ildefonso Ibáñez, Puchi. Un establecimiento ... de referencia para los ganaderos de toda la región, pero también para las comunidades vecinas de Asturias o Galicia y para los clientes del barrio. La historia de 'El Puchi' no se puede entender sin la de sus propietarios -hoy ya jubilados- pero que, como buenos pasiegos, y haciendo gala del carácter emprendedor que caracteriza a la estirpe, supieron llegar a «un buen trato» con el anterior dueño y aprovechar la oportunidad que se les presentaba mientras se construía el Mercado de Ganados Jesús Collado Soto, a inicios de los años setenta.
«Compramos el bar como quien compra una vaca», dice con media sonrisa pícara Ildefonso Ibáñez, Puchi, para explicar «el trato» al que llegó con un apretón de manos y las 600.000 pesetas que les costó el viejo Bar Entreviñas. «Y el dueño, le cogió por la palabra», dice completando la frase su mujer. Nacido en Carrascal de Concejón (Luena), hace ahora 76 años, recuerda cómo «el instinto de supervivencia» le hizo bajar del pueblo y dejar su oficio de ganadero y carretillero en busca de una vida mejor. Por aquella época (finales de los sesenta) ya se «hablaba» con Rafaela Gómez, Faela. Ella tenía siete años menos que él, y vivía en San Pedro de Romeral. «Para vernos, él hacía 21 kilómetros andando, siete para venir a buscarme al baile, otros siete para acompañarme y el resto de regreso a su casa», recuerda Faela con orgullo.
«No había ni carretera»
Retales bonitos de una vida anterior ligada al pueblo, pero que dejaron atrás cuando Puchi tomó la determinación de bajar a Torrelavega. Contaba con 27 años y una vida en proyecto junto a Faela. «El tenía ya dos hermanas en Suances y le ayudaron», añade ella. Primero fue camionero y luego trabajó en la construcción de El Ferial, como tantos otros. Entonces el barrio de Nueva Ciudad «no tenía ni carretera» y solo había construídos «dos bloques de viviendas», uno de ellos era el de El Puchi.
Un 8 de marzo de 1969, Puchi bajó con su padre para comprar el local. Haciendo gala de otra costumbre pasiega, la de ayudarse unos a otros para empezar, solicitó un préstamo. «Había pedido el dinero a rédito a los vecinos en el pueblo, en aquellos años se hacía así, nos lo prestábamos entre particulares, el banco no existía, pero no se lo dejaban a cualquiera», matizan.
En 1973 se inauguraba La Cuadrona de Torrelavega, pero Puchi y Faela ya lidiaban con el bar. Ella en la cocina y él a caballo entre la barra y su trabajo para construir el edificio que, ya pronosticaban que forjaría su futuro. «Empezamos dando las comidas a 12 pesetas, luego las subimos a 35, el café costaba una peseta», recuerda Faela, que aún guarda pequeñas libretas de cuentas. Los comienzos fueron difíciles y las jornadas de trabajo interminables. «Los años setenta fueron muy duros, muy difíciles para todos, éramos familias muy grandes», relatan. Luego, más tarde, cuando acabaron los años duros, empezaron a recoger el fruto de su esfuerzo. «Une vez pasados los setenta, ya veías el progreso y que lo que trabajabas te reportaba mucho, entonces no había tantos impuestos como ahora, había sí, pero los mínimos y la luz y el agua era regalada», afirman con nostalgia.
Y lo hicieron pensando en el futuro de la prole que tuvieron en todos estos años, cuatro hijos: Abel, Carlos y los gemelos Antonio y Lorenzo, que ya han aportado otros dos pares de nietos a la familia. Ellos, sus hijos, y las personas que tienen junto a ellos, algunas desde el principio «como Nieves» componen el equipo que ha recogido el testigo con éxito. «Hoy es día de Feria y damos ochenta comidas a la carta», reflejan.
En 2015, la pareja recibió el diploma a la Trayectoria Empresarial de la Asociación Cántabra de Hostelería, y este sábado celebrarán una fiesta para dar las gracias a los clientes que les han acompañado en este viaje de medio siglo, desde las villas pasiegas hasta el que hoy es su hogar en Nueva Ciudad.
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