El dédalo de las dinastías
Crear una saga política tiene, como los relatos, planteamiento, nudo y desenlace. Los mejores son los de buen final, aunque ya se sabe que la ... tercera generación suele chafar excelentes inicios. Pertenecer a un clan político familiar tiene en principio indudables ventajas por el imán que lo conocido tiene para los votantes y demás cosas de la vida. Es poco extraordinario que los hijos elijan la misma profesión que los padres y en política no tiene por qué ser diferente. Los contactos que proporciona el progenitor –en este caso, el aval político y la influencia en el seno de un determinado partido– son aspectos en absoluto desdeñables. Los continuadores de cualquier linaje político transitan por caminos convenientemente balizados. Llevan en sus manos un navegador que les introduce en el dédalo con menor riesgo. Desde Antonio Maura hasta los Pujol o los Fabra, pasando por los Suárez, los Garrigues, los Cabanillas o los Gallardón, el inventario español es extenso. Pero con cuidado porque el advenimiento de figuras tan peligrosas o peculiares como Donald Trump o Bernie Sanders se debió en parte a que los votantes en Estados Unidos ya estaban hartos de las sagas Bush, Kennedy o Clinton, sin ir más lejos, que se puede.
En Torrelavega no hay referencia de primogenitura política. La única posibilidad de crear una saga vendría de Javier López Marcano, que inició su carrera política local en 1987 terminándola en 2003 como alcalde. Su hijo, Javier López Estrada, ya es sucesor en la línea municipal del regionalismo y, quizás, como su progenitor, con querencia de vuelo. Resulta, pues, chocante que 'Marcano Joven' haya asumido representar al PRC en Torrelavega sin haber recibido el golpe en la espalda de la organización regional y en especial de su paladín. Revilla ha sabido siempre que el territorio Marcano es intocable y que desde el 'paredón' de Barreda para adentro es tierra ya conquistada.
Javier López Estrada ha hecho su particular travesía del desierto solo y/o en compañía de un alcalde socialista, vigilándole, imantado a él porque al toro nunca hay que perderle la cara. Como concejal raso, sin retreparse en uno de los cómodos sillones del Hospital de San Rafael. Comienza ahora el tránsito electoral y los advenimientos. López Estrada tiene la oportunidad de abrir el puente levadizo de esta fortaleza amurallada. Lleva para salir un mapa bien señalado. Quizás le haya llegado el momento de exigir que la Torrelavega regionalista se siente en el hemiciclo, pero recordando siempre que «un mero copista de la naturaleza jamás producirá algo extraordinario». (Joshua Reynold, Plymouth 1723-Richmond 1792).
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