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Álvaro San Miguel
Domingo, 6 de diciembre 2015, 07:46
Dos camiones de bomberos salen del parque de emergencias del 112 de Laredo y se dirigen a Ampuero para atender uno de los cientos de avisos relacionados con la avispa asiática. Desde que se avistaron en Cantabria los primeros ejemplares de la enorme y temida vespa velutina, la alarma social se ha propagado. Entre septiembre de 2014 y noviembre de 2015, la central de emisoras de la Dirección General del Medio Natural ha recibido 999 avisos -la mayoría, este verano-. Tras estudiar cada caso, una tercera parte de los nidos descubiertos eran de avispa asiática y el resto eran de la especie autóctona. Por eso, antes de mandar a los bomberos a Ampuero, dos técnicos del Gobierno de Cantabria se acercaron a inspeccionar el supuesto nido de avispa asiática que encontraron unos vecinos cerca de su casa.
«Vinieron dos agentes forestales, le dieron un par de pataducas al árbol para que vibrara un poco y con unos prismáticos vieron cómo empezaban a salir las avispas del nido», explica Óscar Pérez, propietario del negocio-vivienda Garaje Simón. Detrás de su casa hay un enorme nogal, y cuando el otoño se llevó sus hojas hace un par de semanas dejó al descubierto un enorme nido de avispas en una de las ramas más altas, muy cerca del tejado de la vivienda. «Avispa asiática, dijeron los técnicos», afirma Óscar Pérez, que como aficionado a la apicultura y propietario de algunas colmenas en Soba conoce de sobra a ese enemigo llegado de China.
El nido en cuestión, del tamaño de una calabaza, está en una zona de difícil acceso. El camión-escala necesita acoplarse al firme para garantizar la estabilidad, pero el nogal está rodeado de 'prao'. Así que los bomberos dejan el camión en la carretera y suben al tejado con la escala para, desde allí, encargarse de las avispas. Dos bomberos se ponen un traje especial de apicultor -bastante más grueso de lo normal- y con una pértiga y una bomba manual de pistón se disponen a inyectar el veneno dentro del avispero. Los vecinos que se han ido acercando a la casa miran absortos la escena y algunos no se resisten a grabarlo con el móvil. Son las seis de la tarde y apenas queda luz. Los bomberos han elegido el ocaso para actuar porque es el momento en que todas las avispas vuelven al nido y están menos activas. Con el sol ocultándose en el horizonte, sobre el tejado de la casa se dibujan las siluetas de dos astronautas que caminan agazapados, lentamente, para pinchar con una lanza un avispero más grande que un balón de baloncesto. Se respira la tensión.
Tras insuflar el veneno, los bomberos aguardan unos minutos y vuelven a la carga con una motosierra. Cortan la rama de la que colgaba el nido y lo meten en una bolsa para quemarlo más tarde. «El nido estaba activo y era muy grande», dice Antonio Hernández, jefe del parque de bomberos de Laredo. «Esto se ha convertido ya en una plaga endémica en Cantabria».
Solución: feromonas
El Gobierno regional, consciente de esta plaga que crece a un ritmo exponencial, ha anunciado que el año que viene invertirá 191.000 euros para luchar contra esta especie invasora. Ángel Serdio, jefe del servicio de Conservación de la Naturaleza, reconoce que esa expansión se ha convertido en «un auténtico problema», aunque trata de calmar a la población: «La avispa asiática no es más peligrosa para las personas que la europea, y su picadura no es más dolorosa que la del avispón autóctono -también de buen tamaño-».
Algunos la llaman avispa asesina, pero son mortales para las abejas, no para las personas. Ahí está el mayor problema de esta especie, que se merienda literalmente a las pocas abejas que fabrican miel en Cantabria. Su expansión está siendo «catastrófica», lamenta el presidente de la Asociación Montañesa de Apicultores, César Alonso. Aunque también reconoce que en la región solo hay «cuatro o cinco personas» que vivan exclusivamente de este negocio. El resto de los afectados tienen la miel como afición o segundo negocio. «Hasta ahora nos han hecho daño, pero no tanto. Lo peor está por llegar».
Los apicultores cántabros lamentan que la avispa asiática haya entrado en España por una zona donde la miel no es un gran negocio y piensan que, de lo contrario, ya se estaría investigando cómo acabar con ellas de manera definitiva. «En dos o tres años, cuando la situación empeore, buscarán una feromona que permita controlarlas y matarlas fácilmente. Entonces se acabará el problema. Todo se soluciona con dinero». El problema, dice Alonso, es que antes de eso «van a llegar a Liébana y se van a comer los viñedos».
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