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Los cántabros que viven en Bruselas, "inquietos por lo que aún pueda suceder"

Los cántabros que viven en Bruselas, "inquietos por lo que aún pueda suceder"

"No podemos vivir con miedo", explica al otro lado del teléfono el santanderino Luis Miguel Artabe

ana del castillo

Martes, 22 de marzo 2016, 12:15

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«Estamos inquietos por lo que aún pueda suceder», explica Inmaculada Valencia, directora general de Asuntos Europeos y responsable de la Oficina de Cantabria en Bruselas, poco después de los atentados registrados cuando ella se encontraba todavía en su lugar de residencia en la capital belga. «No hay transporte público, las líneas telefónicas están colapsadas, se han cancelado las clases y «el centro es un caos», narraba Inmaculada Valencia, que tenía pensado viajar ayer mismo hacia España en un vuelo entre el aeropuerto de Zaventem y Bilbao. «Finalmente no he viajado porquer iba a pasar la Semana Santa en Bruselas y no me merecía la pena ir a Santander para estar allí solo 24 horas», contó Valencia en el informativo de Radio Nacional en Cantabria.

La directora general de Asuntos Europeos se enteró de la tragedia cuando se disponía a desplazarse a la Oficina de Cantabria, situada precisamente en la zona de Maelbeek, donde estallaron los artefactos en el metro, y contactó de inmediato con laspersonas que trabajan con ella, quienes le describieron el cclima de terror y confusión reinante en Maelbeek en aquellos momentos.

Luis Miguel Artabe, profesor en Bruselas y natural de Santander, se enteró por sus alumnos del atentado suicida, «pero decidí terminar la clase». . «El ejército y la policía está por las calles», dice Artabe mientras se dirige a su casa, como la mayoría de ciudadanos. A través de las redes sociales, Artabe tranquilizó a los amigos que se interesaron por su situación.

La cántabra Nieves Fernández-Cotero, que trabaja en la Unión Europea y sube todas las mañanas a la línea de Maelbeek, recibió a primera hora una llamada de su jefa para que no fuera a su puesto de trabajo. «Ahora lo peor es ir localizando a todos los amigos y compañeros», cuenta. Los comercios de su calle fueron cerrando «uno tras otro y minutos después se produjo el atentado del metro».

«Llegué el domingo. Nos anularon un vuelo en un aeropuerto secundario, así que a la desesperada fuimos al aeropuerto principal, donde se ha producido el atentado, a coger otro vuelo. Fue día duro, con incertidumbre y estrés. Pensábamos que tuvimos mala suerte por la cancelación, pero hoy creemos que somos afortunados». Son las palabras de la cántabra Ainara Azurmendi, que trabaja en Bruselas desde hace tres años y deja cada mañana a su hija en una guardería a cinco minutos de la parada de metro (Maelbeek) donde ha explosionado otro artefacto, cerca de las sedes de las instituciones europeas.

Desde los atentados terroristas en París, los ciudadanos de Bruselas vivían con cautela y respeto. «Yo decidí no coger más el metro con mi hija desde entonces, pero ya se me estaba pasando la intranquilidad», cuenta Azurmendi. «No puedes vivir con miedo», dice Artabe. «La explosión en el metro ha sido cerca de mi casa. Utilizo esa parada habitualmente».

«No voy a dejar que sigan metiéndonos miedo en el cuerpo, aunque las imágenes del aeropuerto con los carritos de bebé por el suelo me han partido el alma. Siento rabia y mucha tristeza», añade Fernández-Cotero.

Otro cántabro. Óscar Solana, bartender de la taberna La Solía, escribía esta mañana en su muro de facebook: «Buenos días. Hoy amanece Bélgica llorando atentado terrorista en el aeropuerto. Estamos bien porque estamos en Amberes a 40 km del aeropuerto que ha estallado. Pero pensar que ayer a esta hora estaba dentro del aeropuerto....».

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