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Carlos Herrera fue el encargado de encender las alquitaras.

Potes da a su orujo un punto andaluz

El periodista Carlos Herrera derrochó simpatía y estilo en su proclamación como 'Orujero Mayor'

Teodoro San José

Sábado, 8 de noviembre 2014, 16:27

Un espontáneo y anónimo «!Bienvenido, fósforo!» saludó la llegada de Carlos Herrera a Potes. El periodista agradeció el detalle y el apelativo con el que se identifican los seguidores de su programa radiofónico, e inmediatamente comenzó a percatarse del día que le aguardaba. Una jornada sin par que Herrera no dudó en reconocer cuando desde el estrado de La Serna dijo por la tarde a los miles de congregados:«Os debo un día inolvidable», antes de regalarles unos capotazos y ponerle un punto andaluz del que ya había hecho gala tanto en el Ayuntamiento como a la llegada a la carpa, donde respondió con un saludo torero a la ovación por su presencia en Potes.

La capital lebaniega comenzaba a desperazarse entre el trajín propio de un sábado y los preparativos de un festejo que, desde hace 23 años, revoluciona la comarca el segundo fin de semana de cada mes de noviembre y que desde hace tres es fiesta de Interés Turístico Nacional. Estamos en fechas en las que antiguamente, en buen número de las casas de la comarca, se encendían las alquitaras, lo que constituía una fiesta local, familiar y entrañable. Tiempo de utilizar los ollejos para destilar el orujo. Porque, como fue toda la vida, y dado que la vendimia se hizo hace un buen puñado de semanas, ya es tiempo de desvinar. De sacarle un segundo uso a los brujos, a los restos de la uva.

Y como en Liébana no hay noviembre sin orujo, tampoco lo hay sin su fiesta de exaltación. Herrera miró hacia el balón y comenzó una sesión de saludos, de fotos y de abrazos que no concluyó hasta que antes de las ocho terminó de recorrer la carpa y las siete casetas de los orujeros participantes.

«Llevaré el orujo en el paladar y en la repisa de mi corazón»

  • carlos herrera | orujero mayor 2014

  • El periodista almeriense Carlos Herrera reverdeció ayer viejas visitas a la comarca de Liébana que antaño había culminado como turista veraniego y como peregrino. De modo que no es nuevo en esta plaza, sino «antiguo admirador». En esta oportunidad, sin embargo, el locutor acudió a la localidad por razones distintas a esas anteriores; para recoger un título que le convierte en embajador de una tierra y de un producto.

  • Su primer flechazo por esta comarca y sus gentes se remonta a principios de la década de los 80, cuando el periodista hizo la ruta de Llanes a Potes, pasando por Panes, en desaire al suspenso que le costó a la chica con la que salía entonces no haber sabido trazarla en el examen de oposición a Correos al que la muchacha se había presentado. Desde entonces, Herrera vino en repetidas ocasiones para comer en ella y hablar de ella. «Y hoy regreso de nuevo a Potes y a esta tierra para verla, para hablarla, para comerla y para beberla», según dijo.

  • Porque ser Orujero Mayor imprime un compromiso en el que Carlos Herrera ha empeñado su palabra. «Seré embajador de un valle y de una población hermosísimas. Y, por supuesto, desde hoy, llevaré el orujo en el paladar y en la repisa indeleble de mi corazón».

  • «Que desee volver»

  • Eso es lo que le pidió el anfitrión, el alcalde de Potes, Javier Gómez. Que además de disfrutar de la fiesta se convierta en un lebaniego más «que ya esté deseando volver en cuanto salga de aquí».

  • Gómez hizo saber al periodista que, además de institucional, esta es una celebración muy familiar. «Todos los de aquí somos fósforos de Carlos» indicó el alcalde en referencia a la denominación que se otorga a los oyentes del espacio que Herrera conduce en Onda Cero «pero, por supuesto, también lo somos de una fiesta que en cariño, admiración y respeto puede competir con cualquier otra».

  • También el consejero de Industria y Turismo, Eduardo Arasti, agradeció la visita de Carlos Herrera y destacó el valor de la Fiesta del Orujo como un festejo para la difusión de las tradiciones, de los valores y de la gastronomía de esta comarca. De ahí que se mostrara en deuda con «cofrades, orujeros y los que lucharon desde el inicio para que esta fiesta sea lo que es hoy».

  • El consejero destacó «la defensa de los valores de esta comarca, de la honradez, del trabajo y de la perseverancia», y llamó a disfrutar de esta «fiesta-escaparate».

Recién llegado y camino del antiguo convento de San Raimundo, el periodista fue acompañado por el alcalde de Potes, Javier Gómez, por el consejero de Industria, Eduardo Arasti, y el director de Turismo, Santiago Recio, a los que después también se unirían el delegado del Gobierno, Samuel Ruiz, y algún consejero del Gobierno, como Francisco Rodríguez, así como varios alcaldes de la comarca.

Después vino la firma en el libro de honor, el libro donde en ediciones anteriores habían puesto su rúbrica figuras como Eduardo Noriega, por ser el más reciente; Carmen Sevilla, Ruth Beitia, Nines Arenillas, Poty Castillo, Manuel Fraga, Eduardo García de Enterría, Mariano Linares, Óscar Freire, Florencio de la Lama o David Bustamante, entre muchos otros. Carlos Herrera dio cuenta del título del que había sido nombrado y de su paso por Potes firmando un canto a sus gentes: «Viva el orujo, viva el orujero, el alcalde y Potes entero».

De ronda

Fue su dedicatoria y el primer punto y seguido a una prolongada mañana de compromisos que a lo largo de la mañana le permitió protagonizar miles de fotografías, cientos de saludos y, por último, varias rondas por los bares y tascas de una población engalanada, entregada y aún mejor animada. Llena de visitantes y turistas que abarrotaron todos los establecimientos hosteleros; de asistentes a la fiesta y de bandas, coros, cofradías, agrupaciones de trajes regionales... Un heterogéneo cortejo recorrió luego la calle principal de Potes para lucimiento del Orujero Mayor y mayor brillo de un acto que concluyó en la Torre del Infantado, donde Herrera visitó la exposición del Beato y sus beatos antes de asomarse a las almenas y disfrutar de una de las mejores vistas que pueden contemplarse en este rincón del valle.

El tiempo, que fue benévolo por la mañana, se torció por la tarde. Aún así, el agua cesó de caer cuando, tras la comida, se retomaron los actos públicos, lo que contribuyó a que la fiesta mantuviera esos derroteros de multitudinaria y masiva, tanto en la calle como en la carpa. Desde el restaurante de Paco Wences nuevamente grupos folclóricos, gaiteros, y cofradías gastronómicas (de la Anchoa, del Repingo, del Hojaldre, de Gamoneu) acompañaron hasta La Serna al homenajeado. Sonidos de campanos y gaitas abrían y anunciaban por la calle la llegada del cortejo. Zamarrones de Piasca y la banda de LEscañetu y de la Peña Gedio marcaban el ritmo a las agrupaciones de trajes regionales de Torrelavega y Cabezón de la Sal, además de Aires de Rebujas y la agrupación folclórica La Flor de Pumar de la vecina Asturias.

Por último, en formación casi militar flanqueando al Orujero Mayor apareció la abigarrada cofradía del Aguardiente de Orujo y Vino de Liébana con sus características capas carmesí y tocados con la boina verde, tras los que iba una reducida comitiva de autoridades.

Una multitud

Para entonces, la carpa instalada en La Serna ya estaba abarrotada de gente. Miles de visitantes, de curiosos y de animosos participantes en los actos aclamaron la llegada de Carlos Herrera, a lo que él respondió con un saludo torero y al que siguió una estruendosa ovación. En el recorrido interno por las siete casetas de los empresarios orujeros Herrera se dio otro baño de multitudes, recibiendo piropos y respondiendo con saludos y no poca ceremonia en ocasiones. El orujero mayor probó todos los licores que le ofrecieron y, por último terminó en la caseta de la cofradía que fue su anfitriona en esta fiesta.

Con anterioridad, Carlos Herrera tuvo que pasar por el estrado para recibir los honores. Esta vez, el encargado de imponer la enseña acreditativa al Orujero Mayor fue José Manuel Abascal. El exatleta y medallista olímpico, que en 1984 estrenó la ya larga lista de orujeros mayores, colocó la insignia al nuevo embajador del orujo lebaniego, antes de que el alcalde y el consejero le entregaran el diploma y la réplica de alquitara.

Javier Gómez aprovechó la ocasión para recordar y hacer un homenaje a aquellas gentes que hace treinta años sacaron la alquitara a la calle «así como a los que tanto trabajaron de forma anónima» y pusieron las bases para que el festejo que les había congregado hubiese alcanzado el prestigio del que goza hoy. Otras tantas palabras de elogio tuvo el alcalde para Paquito Fernández, maestro orujero, del que aprendió a hacer las cosas, dijo, «con mimo y con mucho despacio». Arasti, por su parte, volvió a reiterar que fiestas como las de ayer contribuyen a difundir los valores y tradiciones de la comarca.

Hoy, la 'Alquitara de oro'

La fiesta siguió después. Hasta las tantas. Al ritmo de danzas típicas y luego de ritmos modernos de Polizones y Rockanrolla. Por medio se celebró la cata comentada con los siete orujos presentados este años para decidir el mejor aguardiente del año.

Los actos de la Fiesta del Orujo concluyen hoy con una degustación de borono con manzana repinalda en la caseta del Ayuntamiento y, previamente, con la entrega de la Alquitara de Oro a la marca seleccionada ayer por el jurado. Está previsto que el nombre del ganador se haga público sobre las 12.30 horas; seguidamente se entregará la distinción a los responsables de la firma comercial premiada. Y es que ensalzar y promocionar este producto es uno de los fines principales que persigue esta fiesta.

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