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Lorenzo Caprile, en Espacio DModa, en el Centro Botín. Daniel Pedriza
Lorenzo Caprile

«Sin equipo, nadie que quiera dedicarse a la moda puede llegar lejos»

'Maestro de la costura', el modista Lorenzo Caprile habla, sin filtros, de sus pasiones, sus anécdotas y recuerdos. De su oficio, la moda de autor y su vínculo con Cantabria

Jueves, 29 de mayo 2025

Para este maestro, la costura es mucho más que una pasión, es una obsesión: «No recuerdo un solo día en el que no haya estado obsesionado con este trabajo», confiesa. Desde niño le atrajeron la ropa, la elegancia femenina, los tejidos, los colores... Creció rodeado de referentes femeninos: su madre, «elegantísima», y cuatro hermanas. Sus bisabuelos, en la ciudad italiana de Imperia, tenían tiendas de tejidos. «Mi madre me marcó en lo creativo. Me dejaba soñar, volar con la imaginación. De mi padre heredé el sentido de la responsabilidad, la disciplina, el trabajo duro… pero, sobre todo, el tesón».

Su formación fue ecléctica y autodidacta. Logró que le admitieran muy joven en una de las principales industrias de la seda en Italia y ha sido feliz aunando sus pasiones: «mi carrera de filología, mi pasión por la ropa y la literatura. Me apasiona el traje, la indumentaria y la evolución del ser humano en su apariencia».

Caprile ha defendido con firmeza desde Santander el valor del equipo: «Sin él, nadie que quiera dedicarse a la moda puede llegar lejos. Es como una orquesta: el diseñador es el director, pero sin los músicos no eres nadie. He tenido mucha suerte -y mucho ojo- al elegir a las personas adecuadas. Juntos hemos aprendido muchísimo«. En el equipo son unas 15 personas y confeccionan unos 50 vestidos al año. »Esa moda de ponerse dos o tres vestidos por boda nos viene fenomenal», bromea.

El modista ha participado en una charla divertida y sin filtros con las periodistas Leticia Mena, de El Diario Montañés, y Laura Chamorro, experta en moda del periódico El Diario Vasco, donde han aflorado recuerdos personales, anécdotas y reflexiones sobre su trayectoria, su oficio, el mundo nupcial y la honestidad del taller. «Mis abuelos llegaron a Laredo en los años 40 y durante más de medio siglo ha sido nuestro lugar de vacaciones».

Atrevimiento y experiencia

Caprile comenzó como modista en Madrid, entre 1993 y 1994, a raíz del traje de novia que confeccionó para Carla Royo-Villanova. «Fue una gamberrada, una inconsciencia. Podía haber salido fatal, pero salió bien». Tan bien que en el año 1997 realizó el de la Infanta Cristina. Aquella osadía fue el inicio de una carrera brillante aunque reconoce que también pudo haber salido mal. Sobre moda nupcial, un sector que «evoluciona muy poco» ha contado que el vestido que más veces ha reproducido es el de Grace Kelly, »el más bonito de la historia». También ha recordado el impacto que tuvieron otros trajes icónicos como el de Lady Di o la reina Fabiola, que además Caprile tuvo que restaurar.

Después de 40 años de trayectoria, reconoce mantener una vida social intensa y la necesidad de mantener el contacto directo con las personas: «Compartir, mirar a los ojos… Esto es fundamental». También admite que hay un peaje mediático: «Ese aspecto social y público hay que pagarlo. Pero también necesito mis espacios de soledad. Pequeños retiros para dibujar nuevos patrones. No hacer nada y dejar que la mente vuele».

Sobre Maestros de la costura confiesa: «Acepté porque le di mi palabra a la productora. Soy un señor de palabra. Pero el primer día estaba aterrorizado… Ahora me lo paso muy bien y es gratificante el cariño que te muestra la gente». Caprile ha confesado también no llevarse bien con las tecnologías del siglo XXI: «No tengo internet en el móvil ni wasap. Se vive muy tranquilo así».

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